El consumo de alcohol por parte de jóvenes y adolescentes vuelve a ser noticia y a despertar alarma social, debido a una nueva tendencia importada de los países anglosajones, el “Neknomination”. Esta práctica consiste en ingerir la mayor cantidad de alcohol en el menor tiempo posible y subir la ‘hazaña’ a las redes sociales, invitando a otros amigos a superar el reto.

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La novedad del fenómeno, así como los riesgos que entraña (ha ocasionado ya la muerte de 5 personas en Reino Unido e Irlanda), ha provocado que en las últimas semanas los adolescentes vuelvan a ser el centro de atención y el objeto de críticas y generalizaciones.

La gravedad que el consumo de alcohol entre jóvenes ha llegado a adquirir en nuestros días, sumado al hecho de que compromete directa o indirectamente a todos, nos obliga a detenernos y analizar el fenómeno bajo la luz de la sociedad actual.

Primero fue el ‘botellón’, ahora el “Neknomination”. Ambos nos remiten a un cambio en los patrones de consumo, del llamado “mediterráneo” (pocas cantidades de bebidas alcohólicas fermentadas y en contextos sociales) al patrón anglosajón o “binge drinking” (mucha cantidad, en poco tiempo, y de bebidas de alta graduación). Las últimas estadísticas disponibles en esta materia coinciden en señalar que es este último patrón de consumo el que domina entre los adolescentes de hoy.

En este sentido, se han consultado estadísticas tanto a nivel estatal, la Encuesta Estatal sobre Uso de Drogas en Estudiantes de Enseñanzas Secundarias (ESTUDES), y la Encuesta Domiciliaria sobre Alcohol y Drogas en España (EDADES). Por otra parte, y en Barcelona, la Encuesta sobre los factores de riesgo para la salud de los estudiantes de secundaria.

Otros fenómenos observados son la reducción de la edad de inicio en dicho consumo, y una concentración del mismo durante la franja tarde/noche del fin de semana, en los espacios donde se producen las relaciones sociales de los jóvenes.

Como consecuencia de la revolución que las nuevas tecnologías y las redes sociales han provocado en nuestra sociedad, los espacios destinados tradicionalmente a dicho consumo han transitado del espacio público (calles o plazas) o privado (domicilios particulares, bares, discotecas, etc.) al espacio virtual que las redes sociales ofrecen. Su éxito entre los adolescentes se basa en este giro hacia la exhibición de la intimidad a través de lo virtual. La telebasura, con sus “reality shows” y la utilización del sensacionalismo, lo convierte todo en espectáculo. Esta misma agresión a la intimidad se está dando en el uso que hacen muchos adolescentes de las redes sociales. Sería conveniente preguntarse qué responsabilidades estamos delegando los adultos en los adolescentes para que se dé tal desregulación y falta de atención en el uso de las redes y dispositivos tecnológicos. En este sentido, es remarcable el «vacío legal» de Internet, síntoma de nuestra época.

Mientras que el tan criticado ‘botellón’ reclamaba diferentes usos del espacio público por parte de los jóvenes y adolescentes, poniendo de relieve las intersecciones y los conflictos entre los usos del espacio público y los diferentes actores comunitarios, el ‘Neknomination’ restringe la circulación social de los jóvenes y es transgresivo únicamente en cuanto busca prácticas extremas, ajenas a los riesgos sobre la salud.

Especialmente peligroso es el efecto piramidal que genera, al aumentar exponencialmente el número de candidatos a entrar en este ‘juego’ debido a las ‘nominaciones’. La presión del grupo y la importancia que en esta etapa vital cobra el sentimiento de pertenencia e identidad grupal son factores relevantes a tener en cuenta.

Por otra parte, no es arbitrario tampoco que estos patrones de consumo entre adolescentes aparezcan en el marco de una sociedad de consumo, donde la lógica de la inmediatez y la búsqueda del placer rigen la mayor parte de nuestras acciones. El imperativo actual es la fluidez; lo virtual, lo vertiginoso. Han sido varios los autores (Silvina Cohen Imach, Sonia Abadi…) que han ubicado el consumo de drogas como síntoma de la posmodernidad, poniendo sobre la mesa nuevos fenómenos que dan cuenta de un malestar: la violencia destructiva y autodestructiva, los desórdenes alimentarios, las adicciones entendidas en su sentido más amplio, etc.

Ya en la Grecia clásica, entendían la droga como medicina o como veneno en función de la dosis que se tomara y el objeto de su  consumo. La ebriedad podía ser una experiencia religiosa -otras veces únicamente hedonista- (recordemos que en la mitología clásica era Dioniso la figura divina que representaba la locura ritual y el éxtasis).

La educación tiene aquí un papel fundamental, Freud en su momento ya la ubicaba como una medicina preventiva por su efecto pacificador, no solo subjetivo sino también social. En el Centro de Día de  Adicciones de la Fundación Salud y Comunidad (FSC), apostamos por la educación en las formas de uso, poniendo énfasis en la relación que se establece entre el sujeto y las sustancias tóxicas u otros objetos o conductas adictivas. A través del programa de jóvenes, se ofrece una atención individualizada y centrada en la particularidad de cada sujeto, pudiendo abordar las dificultades específicas de este colectivo tanto a nivel individual, grupal y familiar.

Elena Guerrero, educadora del Centro de Día de la Fundación Salud y Comunidad