El alcohol es una droga, sí, pero una droga bastante particular: para empezar, su venta es legal, su empleo es más antiguo que la historia escrita y su abuso genera más costes a la sociedad que todas las sustancias ilegales juntas. A nivel bioquímico, también es especial: en comparación con la cocaína o la heroína, se necesita consumir una cantidad 1.000 veces mayor de alcohol para notar sus efectos sobre el organismo.
De hecho, los expertos creían tradicionalmente que el etanol (o alcohol etílico) actuaba sobre el sistema nervioso de un modo muy distinto al de las demás drogas. Mientras éstas se acoplan a proteínas concretas de las células, como una llave en un cerrojo, se pensaba que el alcohol atacaba indiscriminadamente a los nervios y alteraba la función de algunas células de forma no selectiva. Sin embargo, no ocurre exactamente así.
Modernas técnicas de análisis han permitido comprobar que el alcohol también se acopla específicamente sobre ciertas proteínas, como lo hacen las demás drogas, si bien es cierto que el etanol posee algunas peculiaridades que dificultan el estudio de sus mecanismos de acción. Esta es la conclusión a la que acaba de llegar un grupo de investigadores de EEUU, tras revisar los más recientes descubrimientos al respecto.
«El alcohol es la droga más común en el mundo, pero nuestra comprensión sobre sus efectos en el cerebro es limitada en comparación con otras drogas», señala la doctora Rebecca Howard, investigadora de la Universidad de Texas en Austin (EEUU) y principal autora de la revisión, que se ha presentado en el congreso anual de la Sociedad de Investigación en Alcoholismo, celebrado en San Antonio, Texas.
Desarrollo de fármacos
Entender los mecanismos concretos del etanol es complicado porque esta sustancia se acopla a sus dianas (proteínas sobre las que actúa) muy débilmente; y, en cambio, posee un amplio abanico de dianas, en comparación con el resto de drogas. Aun así, las técnicas que permiten observar estas interacciones a nivel molecular, como la cristalografía de rayos X, han comenzado a identificar varias proteínas en las neuronas a las que el alcohol se acopla específicamente.
«Sería posible desarrollar fármacos que interfirieran selectivamente sobre este acoplamiento y, consecuentemente, contrarrestar los efectos del alcohol«, explica el investigador Gregg Homanics, de la Universidad de Pittsburgh (EEUU). «Este podría ser un camino importante para tratar el alcoholismo», añade el experto, aunque matiza que «no ocurrirá en un futuro cercano», dado que aún quedan mucho por entender.
Tal y como resume Homanics, ahora sabemos que el alcohol actúa sobre nuestro organismo «mediante un mecanismo muy específico y selectivo», al igual que el resto de drogas. Un mayor conocimiento de este proceso también podría ayudar a comprender por qué a individuos distintos les afecta el alcohol de diferente forma.
Fuente: elmundo.es