Es innegable. El debate sobre la regularización del cannabis se ha abierto de par en par. Y eso se agradece desde frentes muy diversos. Poder hablar abiertamente, más allá de ser saludable, es urgentemente necesario.
Como con cualquier tema de actualidad, todo el mundo opina, desde aquellos que tienen un conocimiento técnico y científico, hasta aquellos que sorprendentemente saben hablar de todo. Psiquiatras, antropólogos, preventólogos, sociólogos, pero también periodistas, contertulios, políticos o usuarios/usuarias y consumidores/consumidoras.
¿Puntos de vista? De todo tipo. ¿Evidencias científicas? De todos los colores, algunas parecen bien claras y admitidas por todos, y otras generan grandes discusiones.
Pero lo que sí es real y se debería afrontar con cierta celeridad, es la realidad actual, la existencia de un número importante de consumidores/consumidoras que para minimizar problemáticas de diferentes tipos, se están organizando y asociando en los llamados clubs cannábicos.
Clubs hay de diferente tipo como en todos los gremios, pero hay muchos con voluntad de hacer las cosas bien, de implicarse en la reducción de riesgos de sus usuarios/usuarias, de participar en la mejora de las condiciones de los consumidores, de defender sus derechos, y de intentar evitar que algo que debería ser un placer o el alivio de la sintomatología de una enfermedad, el consumo de cannabis, se convierta en un problema.
Y es necesario que demos una respuesta a esta realidad, ya sea a nivel de la administración, regulando su existencia, como a nivel profesional, participando y definiendo estrategias de intervención específicas por los clubs, en términos de prevención y reducción de riesgos y daños. No solo deberíamos apoyar a los que quieren hacer las cosas bien, aquellos que se preocupan de que no se haga un abuso, y que no tienen un afán de lucro ni de proselitismo, sino también darles a ellos herramientas y recursos para poder actuar de la mejor manera posible.
Últimamente se ha señalado el riesgo de que Barcelona o Cataluña se conviertan en un destino del «turismo del porro«. Por el momento esto nos parece una exageración, de esas que probablemente salen en verano, cuando no hay noticias reales destacables. También hay que decir que en Amsterdam hace décadas que esto sucede y tampoco ha supuesto un problema, como sí lo está suponiendo aquí el turismo basado en el alcohol. Pero estamos de acuerdo en que ahora mismo esto debería evitarse y las propias asociaciones cannábicas serias lo reclaman insistentemente.
Pocas veces hemos visto el sector del alcohol y el tabaco realmente implicado en la promoción de la salud, ahora con el tema del cannabis tenemos esta oportunidad y deberíamos exigir el derecho a participar. O nos arremangamos o llegaremos tarde, una vez más.
Otger Amatller. Psicólogo especializado en prevención y atención de consumos de drogas. Coordinador Prevención. Fundación Salud y Comunidad.
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