En esta entrevista conoceremos mejor al experto en sinhogarismo y exclusión social Albert Sales, de formación sociólogo y politólogo. Sales trabaja en el Ayuntamiento de Barcelona y es profesor asociado en el Departamento de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Pompeu Fabra. Ha coordinado diferentes publicaciones en la materia, entre ellas los informes 2011, 2014 y 2015 de diagnóstico de sinhogarismo en Barcelona, elaborados por la “Xarxa d’Atenció a Persones Sense Llar” (XAPSLL) y ha participado en la elaboración del último informe 2017. Le hemos entrevistado con motivo de la participación de la Fundación Salud y Comunidad (FSC) en el proyecto de sinhogarismo Street Support Project. Esta es la primera de tres entrevistas a expertos/as en la materia.
¿Cuáles son los retos actuales que afronta el trabajo social en sinhogarismo?
En primer lugar, el acceso a la vivienda. Los modelos europeos de integración social se basan en rescatar a la gente de la calle que ha sufrido un proceso de exclusión social muy largo, aunque el modelo Housing First (HF) o Housing Led ha demostrado que estabilizando la vivienda, es mucho más fácil estabilizar los demás componentes de la vida de una persona. Pero el problema actual es que no hay viviendas. El precio de la vivienda es altamente excluyente para una parte de la sociedad cada vez mayor, y si tenemos gente durmiendo en la calle es porque no tenemos acceso a la vivienda, no porque estas personas tengan patologías sociales que debamos tratar.
Otro reto sería el referente al mercado laboral. Las condiciones laborales (sueldos) de las personas que acceden al mercado laboral después de un cierto acompañamiento, no les permiten acceder a la vivienda, y por tanto siguen vinculadas a los Servicios Sociales, durmiendo en un albergue y recurriendo a un comedor social. De este modo es imposible conseguir autonomía personal.
El tercer y último gran reto es el relativo a los flujos migratorios. Hay personas excluidas del mercado de la vivienda, así como del mercado laboral y de cualquier institución formal, de por vida, porque nunca tendrán permiso de residencia y trabajo. Frenar los permisos de trabajo o residencia no va a frenar los flujos migratorios, se trata de un fenómeno de movilidad global imparable que irá a más. Con lo que les ha costado llegar al país receptor, aunque no consigan tirar hacia adelante un proyecto de vida, no van a volver a sus países de origen. Por tanto, pasan a ser personas con alta vulnerabilidad social y aumentan el grueso de la población sinhogar.
Entonces se podría decir que se trata de un reto político…
Cuando nos fijamos en formas de extrema pobreza, siempre hay consensos a nivel político y grandes pactos, como por ejemplo ocurre en la pobreza infantil. Pero las soluciones desde el punto de vista liberal son apartar a la gente del espacio público y meterla en grandes albergues, cuando todos sabemos que los grandes equipamientos no son viables a nivel presupuestario. Los centros grandes o pequeños de emergencia albergan personas que son como cajeros automáticos institucionalizados. Les sacan de la calle y los cajeros pero… ¿cuál es el siguiente paso?
La burbuja de alquileres está generando que haya más gente durmiendo en la calle, pero no porque expulse a la calle a la gente a la que se le sube el alquiler, sino porque quienes están haciendo este proceso, y han salido de esta situación de sinhogarismo, no pueden acceder a una vivienda. Con el trabajo social consigues estabilizar la parte económica y emocional, pero la cuestión referente a la vivienda, acaba arrastrando a la parte emocional.
Por este motivo, la lucha del sinhogarismo es una lucha política de acceso a la vivienda. Terminar con la idea que la vivienda es un producto de consumo o inversión requiere de unos cambios en las raíces de cómo funciona el sistema económico o financiero, y en este punto ya no estamos todos de acuerdo. Tampoco estamos todos de acuerdo en quitar las trabas administrativas para evitar la precarización de inmigrantes.
¿Nos puede recomendar alguna iniciativa clave en tema de vivienda?
Para las personas sin hogar que estén cronificadas (más de tres años en la calle), apostar por el Housing First, poniendo por delante de la atención social, el acceso a la vivienda.
Para el resto, romper con la idea de vivienda social, que hasta ahora ha estado restringida a las clases medias, dado que en Barcelona hay muy poca (no llega al 2% del parque). Además, la persona que accede tiene que demostrar que tiene ingresos para pagar el alquiler a un precio más reducido que la vivienda de mercado.
Pero la vivienda social tiene que ir dirigida a aquellos grupos o situaciones personales que realmente dejen a las personas excluidas de la vivienda. En este sentido, debería de haber una dotación especial de vivienda social que dé salida a las personas que pasan por el circuito de atención a personas sin hogar, que hasta el momento no ha existido.
Y la tercera pata tendría que ser los programas de acompañamiento a la vivienda privada, un concepto diferente a la vivienda de inclusión, que no dejan de ser equipamientos. A las personas que cobran la renta o tienen una faenilla para ir subsistiendo, nadie les ayuda a conseguir la vivienda propia ni las avala para conseguir una vivienda de alquiler, o para entrar en un piso compartido.
Necesitarían un apoyo que acompañe y dinamice estos espacios compartidos, que los ponga en contacto con perfiles similares y active el trabajo en equipo, ayudando a limar conflictos, a tener buena relación con el vecindario, en coordinación con los servicios sociales territoriales. Estos programas que aún no existen, podrían dar salida hacia el mercado privado a estas personas que están más capacitadas de tirar adelante su vida, a pesar de las dificultades.
¿Y cree que es necesario cambiar la opinión social sobre el sinhogarismo?
Lo que intento transmitir por escrito o en conferencias es que debemos olvidarnos de la imagen estereotipada de la persona sin techo como alguien que no ha sabido gestionar su vida, pero en verdad sí son capaces, lo que no pueden es acceder a la vivienda. Hoy en día las causas para terminar en la calle son estructurales, no individuales.
Entonces, generar sensibilidad en la vivienda desde la óptica paternalista tiene muchos riesgos porque apostamos por soluciones parciales o temporales de urgencia, cuando en realidad tenemos que apostar por la vivienda. Si bien todo el mundo está dispuesto a hacer obras de caridad con la gente pobre, nadie está dispuesto a darles una vivienda digna, y estas personas no necesitan comida. Necesitan una vivienda. Cambiar esta percepción social es complicadísimo, porque mucha gente no acepta dar vivienda a personas que, según su opinión, no se lo han trabajado suficientemente o no son capaces de gestionar su vida… Es este cambio de percepción el que tenemos que hacer.
¿Existe un discurso similar en otros países?
Cada vez más… Ejemplos de ello son ciudades como Londres, París… Holanda como país no, pero sus ciudades sí. El tema del sinhogarismo es muy de ciudades, específicamente de aquellas con burbuja inmobiliaria, las ciudades globales. En este sentido, las ciudades que están alineadas son Londres, Ámsterdam, Berlín…
¿Y cuál es el papel que juegan en este sentido las ciudades?
Hay una sobrecarga brutal sobre las ciudades. Éstas gestionan el problema, pero no pueden contrarrestarlo porque no pueden incidir en el mercado laboral, tampoco sobre el mercado de la vivienda ni sobre las leyes de inmigración. Estos serían los tres pilares fundamentales para dar estabilidad a las personas.
El riesgo de las ciudades cuando hacen frente a este problema se evidencia cuando lo ponen en la agenda política o mediática, ya que entonces todo el mundo te culpa del problema. Con el tema del sinhogarismo, está pasando aquí, la anterior administración lo escondía y ahora que en el ayuntamiento lo hemos querido evidenciar, la respuesta mediática nos culpa de ello. Pero lo que queremos es evidenciarlo porque es el resultado de muchas injusticias, que son supramunicipales.
Respecto a intervenciones dirigidas a alcohol y drogas en población sinhogar, ¿cuáles recomendaría?
Pues en el propio programa Housing First es muy efectivo acompañar en la deshabituación. En el momento en que la persona tiene casa es mucho más fácil dejar el alcoholismo que cuando vive en la calle o un albergue. Esto que parece muy obvio ha dado lugar a mucho debate y expresiones como “pero hombre… ¡cómo le vas a dar un piso a un borracho!”. Pues precisamente le doy un piso para que se pueda deshabituar y el HF es una buena aproximación, aunque su intención inicial no sea esta.
A malas, es una estrategia de reducción de daños, en el sentido de que, si la persona quiere continuar bebiendo, que lo haga, pero al menos tendrá casa. Mi postura en el tema de las adicciones siempre ha estado con la reducción de daños y la autonomía para decidir.
Y estas estrategias, ¿pueden ayudar a reducir las molestias al vecindario?
Seguro. En parte, las molestias vienen porque las personas consumen en público al no tener espacio privado. Por ejemplo, el consumo en jóvenes no molesta a nadie excepto a sus familias. Puede que alguna vez hagan ruido o tengan problemas con la policía urbana, pero en general… ¿qué impacto tiene su consumo? Siempre se dice que el problema de drogas es el de la marginalidad urbana, pero cuando miramos en las discotecas, ¿no hay comercio de drogas?
En este sentido, las relaciones con los vecindarios ven multiplicado el impacto de las adicciones cuando la persona no tiene un espacio privado y consume en público, donde interacciona con el resto de gente.
¿Cuál es su opinión en lo referente a intervenciones dirigidas al alcohol y drogas para personas sinhogar?
En el tema de las adicciones lo tenemos clarísimo. Muchas personas que rehacen su vida y abandonan su adicción, se encuentran estancadas y el desánimo por no poder acceder a la vivienda con un mal trabajo hace que tengan recaídas en las adicciones. Y esto es así porque no hemos podido estabilizar la cuestión relativa a la vivienda.
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