Durante la mañana del jueves, 14 de febrero, la Residencia y Centro de Día de Puzol, gestionada por la Fundación Salud y Comunidad y Valoriza Servicios a la Dependencia, regalaba un corazón a todos los que se acercaban a disfrutar con ellos de una jornada de alegría y amor compartido. Y es que en San Valentín es un buen momento para recordar que el Amor, así, con mayúsculas, no tiene edad.
Cáritas, la Unión Democrática de Pensionistas, la Asociación de Jubilados ASVAT, el Col·lectiu de Dones y el Ayuntamiento de Puçol visitaron el centro durante la mañana del Día de San Valentín. En representación de estos colectivos estaban presentes Ximo Esteve, Agustín Segundo y Vicente, el nuevo presidente Martí Murillo, Amparo Marco, Eloísa Rosa y Merche Sanchis.
Junto a ellos, Ramón Fort, el director de la residencia, todo el personal educativo, las asistentes y, por supuesto, los residentes.
Los invitados dijeron palabras emotivas, repartieron sonrisas, abrazos e incluso bailaron con los residentes.
No era un acto oficial. Al menos en sentido estricto. Casi era una pequeña celebración cotidiana, con más invitados de los previstos inicialmente, pero probablemente gracias a ello fue más fácil llevar la alegría y el sentido de una celebración como San Valentín a todos los que tienen su hogar en la residencia.
Un photocall improvisado, con corazones para todos, abrazos, sonrisas, saludos, poesías de Lorca, bailes y la actuación estelar de Ximo y Octavio cantando jotas formaban la genda de actos de la jornada.
Como dijo Lourdes Escribano, técnico de animación socio-cultural de la residencia, todos estos pequeños actos componían un menú ideal “para recordar que el Amor no tiene edad”.
De todos los momentos emotivos que se vivieron durante la mañana del 14 de febrero en la residencia cada cual tiene el suyo. Nosotros hemos escogido una pequeña historia de amor. Nos la contó Ximo Esteve, el director de Cáritas Puçol, nada más acabar de cantar jotas aragonesas y navarras con uno de los residentes, Octavio.
Lo que hemos transcrito es un resumen. No es una entrevista. Simplemente una conversación informal. Un pequeño relato que recuperamos para que no pase desapercibido:
“Un grupo de internos de la residencia acude los martes al Espai Social dels Majors. Van a jugar al dominó, a las cartas, a charlar, en definitiva, a convivir una tarde fuera de la residencia. Un día me fijé en las mesas de dominó. Estaban todos jugando menos uno. Algunos se turnaban, otros iban y venían. Ese estaba allí quieto, pero no jugaba.
Me acerqué. Le pregunté por qué no se animaba a jugar: , me contestó.
Comenzamos a hablar. Así descubrí que se llamaba Octavio, era de Puçol, había sido músico en su época de juventud y lo que más le gustaba era cantar jotas. Nos separamos del grupo, nos metimos en una pequeña salita donde está la tele y comenzó a cantar jotas aragonesas y navarras.
Desde entonces muchos martes quedamos, me anoto las letras y las ensayo, como en los viejos tiempos, cuando yo era actor en el escenario del Hogar Parroquial. Y allí, en aquella salita, cantamos juntos. Cada martes nuevas jotas. A veces con público, a veces solos. Simplemente disfrutamos cantando.
Él, Octavio, el ciego, echando mano de su memoria. Yo, tomando apuntes de las letras que él recuerda. Hoy, es para los dos una cita obligada en nuestro calendario.
Como en aquella película de Bogart: aquello fue el inicio de una larga amistad”.
Fuente: Puçol.es
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