Gemma Altell es Licenciada en Psicología, especialista en violencia de género y en drogodependencias. Trabaja en FSC desde 1996 donde ha desempeñado funciones de técnica de prevención, coordinadora de proyectos y responsable de prevención. En el año 2000 inició su trayectoria profesional en el ámbito de atención a la mujer. Desde el 2002 es la Directora del Departamento de Atención a la Mujer. Lo que más le gusta es la dirección y el desarrollo de equipos profesionales.
Las muertes son la punta del iceberg de la violencia y no siempre se corresponden con la situación global. Al inicio del año (coincidiendo con las vacaciones navideñas al igual que sucede en el verano) suele haber mayor convivencia en pareja y, por tanto, mayor posibilidad de conflictos graves. La crisis económica en la que estamos inmersos dificulta las posibilidades económicas de separarse y, a la vez, existe una mayor crispación en las relaciones.
Además, la decisión de separarse y de denunciar debe ir acompañada de asegurar una «red de ayuda» y un «plan de seguridad», ya sea a través de personas cercanas (familia, amigos/as) o mediante servicios especializados en violencia.
¿Cómo ves el panorama de las políticas públicas en torno a la prevención de la violencia de género?
En general las Administraciones Públicas siempre priorizan la atención a las mujeres y, en los últimos tiempos, también a los y las menores. Evidentemente, con la situación actual deben asegurarse unos mínimos para aquellas personas que ya están sufriendo el problema. De todos modos, la prevención sistemática y profesionalizada sería, a medio plazo, muy rentable porque conseguiría la reducción de casos. Muchas veces no se visibiliza la prevención como una oportunidad porque la evaluación en este campo no ha sido, por lo general, muy rigurosa y -por consiguiente- no se ha podido realizar un análisis de coste/beneficio en cuanto a fondos públicos. Aún así, algunas administraciones proponen nuevos retos en este campo que hay que valorar.
¿Qué medidas consideras que serían más eficaces para mejorar esta situación?
Una de las líneas que estamos impulsando últimamente es el trabajo sobre la igualdad y relaciones de género en la Educación Primaria. Es uno de los retos más interesantes que se nos plantean en el marco de la prevención de la violencia en el ámbito de la pareja. Significa reflexionar y educar sobre la resolución no violenta de los conflictos, la construcción de los roles de género y también, en menor medida, en los mitos del amor romántico.
Pero también significa reflexionar sobre la cultura de la paz, de la libertad personal y del respeto.
En el ámbito de atención a la Mujer realizáis también intervención específica con mujeres drogodependientes que sufren violencia de pareja, ¿qué destacarías?
Se trata de una de nuestras líneas prioritarias por la especialización técnica que supone. Estas mujeres tienen dificultades específicas que intentamos plasmar en nuestras líneas de intervención. De modo general son mujeres que sufren una triple victimización social: por haber sido víctimas de violencia, por ser drogodependientes y transgredir con ello el rol tradicional de la mujer y, por último, la victimización institucional por ser enviadas de un servicio de atención a otro sin “encajar” ni ser comprendidas en ninguno.
¿Cuáles son claves de la intervención social desde el enfoque de género?
Implica analizar las necesidades específicas que pueden tener las mujeres en cada programa o actuación a partir de la carga cultural que nos ha llevado a hombres y a mujeres a tener roles diferenciados. Por poner un ejemplo: el rol de cuidadora ha sido atribuido históricamente a la mujer. Es conveniente tener en cuenta en los programas de atención a drogodependencias que, probablemente, la flexibilidad para incorporarse a cualquier tipo de programa terapéutico no es igual para mujeres y hombres porque ellas tendrán personas a su cargo. En ningún caso estas cuestiones tienen que ver con el hecho de nacer mujer sino con las atribuciones de rol.
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