El inicio de un año siempre supone un momento cargado de promesas, de anhelos, de mejora, de objetivos a cumplir… Es un tiempo para la ponderación y el análisis sin que ello conlleve en ningún caso detenerse o perder ritmo. La metáfora del surfista se ha revelado como una de las imágenes más evocadoras para dar cuenta del momento actual. Equilibrio en la oscilación.
Dos ideas, repetidas hasta la saciedad, nos han acompañado durante este tiempo. Dos ideas que no por manidas dejan de ser ciertas. La primera de ellas hace referencia a la naturaleza de la propia crisis que apunta no solo a la esfera económica, sino también a la social, institucional y política. La segunda postula que el escenario que surja será necesariamente diferente y que, por lo tanto, lo que en realidad está operando es un cambio de paradigma y no un mero accidente en el paisaje. Y este no es un hecho baladí. Es radicalmente diferente concebir los distintos cambios que hemos vivido como transitorios, esperando el retorno de lo conocido, que aceptar que algunos de ellos vinieron para quedarse. Y hacerlo sin resignación, sin dimitir de nuestra función o al menos intentándolo. Con el punto justo de valentía que media entre la temeridad y la cobardía. En este contexto y con este ánimo, las diversas organizaciones que configuramos el Tercer Sector Social intentamos definir (o redefinir si procede) nuestra aportación, no tanto en clave analítica y de presente, sino también y sobre todo en términos de acción y de construcción de futuro. Y lo hacemos no solo en clave individual, como organización, sino también desde el conjunto.
Durante algún tiempo estos retos se han ordenado siguiendo la lógica de las políticas públicas en una aproximación a lo que debiera ser nuestro rol en cada uno de esos momentos, desde la detección de necesidades hasta la evaluación de las propuestas (pasando, por supuesto, por la introducción de problemáticas en la agenda política y por la ejecución o implementación de las acciones determinadas).
Andamos lejos todavía de conseguir una participación real en cada uno de los tiempos de este ciclo, si bien es obvio que hemos mejorado nuestra intervención en cada uno de ellos. Ahora bien, nuevos tiempos requieren nuevas categorías y nuevas maneras de pensar y definir. Es posible que introducir la reflexión en torno a esferas de actuación del Tercer Sector Social pueda resultar también práctico. No es una propuesta nueva, pero sí menos dependiente y mimética que la anterior, algo menos vinculada a la administración, pero sí relacionada con la política, en su acepción más genuina de gestión de ese espacio compartido que es la polis. Hablemos pues de espacio social, político, económico y de producción teórica. En el espacio social un objetivo sobre el que trabajar es intensificar nuestra comunicación y vínculos con la ciudadanía, dando cuentas de nuestras actuaciones y siendo capaces de generar cohesión. Es evidente que los esfuerzos dados en esta dirección han sido fructíferos y la relación con los medios de comunicación ha favorecido una mayor divulgación de nuestras actividades y ha permitido darnos a conocer.
No obstante, es también cierto que determinadas temáticas son todavía objeto de rechazo y se cuestiona abiertamente nuestra actuación. La inserción de las personas reclusas, especialmente de aquellas cuyo delito ha sido más lesivo para el conjunto de la sociedad o algunos programas de reducción del daño, continúan recibiendo un tratamiento claramente estigmatizador y punitivo.
En el espacio político hemos de avanzar más hacia un escenario de corresponsabilidad real, más allá de los espacios técnicos de intercambio y de la firma de acuerdos que en ocasiones devienen un auténtico brindis al sol. Velar por una adecuada relación entre coste y beneficio en cada uno de los lugares y ser capaces de dotarnos de un conocimiento global para ser representativos. Avanzar en los datos para poder incidir. Intensificar la evaluación y asegurar una mayor eficiencia (entendida obviamente en sentido amplio) en la contratación pública forma parte también de los cometidos a alcanzar.
De la mano de la contratación pública entramos en la esfera económica. Reivindicar un concepto de eficiencia que incluya un retorno de la inversión en términos sociales (el denominado SROI) y que contemple determinados aspectos técnicos y éticos es uno de los retos más evidentes en la actualidad. Podríamos enunciar también otros como las cláusulas sociales o la búsqueda de herramientas financieras, pero quisiéramos también pensar que quizá el Tercer Sector Social puede contribuir a repensar nuestro modelo de consumo. La pregunta, en una sociedad globalizada como la nuestra, es si hay modelos alternativos al hiperconsumo y la hiperproducción.
Y finalmente, importante y quizá urgente, revisar nuestro utillaje conceptual desde un afán innovador pero también riguroso. Más allá de una moda, las palabras generan efectos de realidad y debemos conocer su filiación, su encuadre epistemológico, para no acabarlas repitiendo como mantras sin que sepamos siquiera de qué estamos hablando. Resiliencia, empoderamiento, dinamización comunitaria, acción social, transformación… La invitación, como no puede ser de otra manera, es doble. Producir literatura, llamémosla científica, desde el Tercer Sector pero también, recuperar las fuentes de tantos otros que desde diversas disciplinas (filosofía, sociología, pedagogía, psicología…) hicieron ya este esfuerzo.
Sonia Fuertes
Subdirectora del Área de Inserción Social, Reducción de Daños en Drogodependencias y VIH-SIDA de FSC.
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