A lo largo de la historia, han surgido opiniones y juicios sobre el proceso de envejecimiento que han traído consigo unos estereotipos positivos o negativos, referentes a diversos ámbitos de la realidad y circunstancias de las personas mayores.
Es decir, esta etapa de la vida ha sido valorada de dos formas, una negativa, a la que ya nos hemos referido en anteriores artículos, y otra positiva.
La primera, hace referencia a la consideración de los mayores por condiciones o características negativas, tanto físicas como sociales, psicológicas, etc. Conlleva pérdida, declive y deterioro. A las personas mayores se les ha etiquetado generalmente como «dependientes», «enfermas», «tristes», «depresivas», «ociosas», por cuanto este colectivo ha estado definido por su condición de jubilados/as, por citar algunos ejemplos.
En cambio, existe una visión optimista e idealizada que equipara envejecimiento con sabiduría y «época dorada», con la divinización de determinadas edades cronológicas, etc., aunque es menos frecuente y ocasiona menos efectos discriminatorios.
Estas visiones, tanto positiva como negativa, representan mitos y prejuicios que impiden conocer realmente al colectivo de mayores, y limitan una adecuada integración, la que les corresponde, en la sociedad.
El «envejecimiento», que como hemos dicho en algún otro artículo, avanza como término un cambio hacia una imagen social y cultural más dinámica de las personas mayores, en sustitución de «vejez», se refiere a un período del ciclo de la vida, no muy diferente de cualquier otra etapa, si se mira desde una visión desprovista de estereotipos y prejuicios.
El afrontamiento y la solución a esta visión sesgada pasa por el conocimiento de la realidad de los mayores, lo que llevaría a una mayor comprensión de esta etapa de la vida, a un mayor respeto, y, especialmente, a desterrar los estereotipos asociados.
Afortunadamente, la imagen social de los mayores ha cambiado mucho en los últimos años. Antes se consideraban «viejas» a las personas de 60 años, mientras que actualmente no se las considera como tales hasta que no superan los 75 u 80 años.
Se trata de entender, como decíamos, el envejecimiento como una etapa más de la vida, rescatando los valores que encarnan los mayores como la serenidad, la experiencia, el respeto… reconociendo también que la edad lleva consigo pérdidas significativas e irreversibles. Eso sí, lejos de estereotipos y creencias tradicionales, y que hemos hecho contemporáneas, tanto positivas o idealizadas como negativas.
Esto implica que, desde las políticas sociales, se promuevan actuaciones dirigidas a los mayores que favorezcan un envejecimiento satisfactorio, poniendo en valor a este colectivo, como hemos puesto de manifiesto más de una vez desde la Fundación Salud y Comunidad.
Además, para hacer frente a los estereotipos, principalmente negativos, en esta etapa, habría que promover una mayor realización y divulgación de las investigaciones que demuestran que la realidad de este período de la vida es bien diferente a los mitos fuertemente arraigados durante décadas.
Os dejamos una entrevista realizada a la Catedrática Emérita de la Universidad Autónoma de Madrid, Rocío Fernández-Ballesteros, referente en el ámbito de envejecimiento activo, en la cual contesta a algunas preguntas sobre estereotipos vinculados a este colectivo. La entrevista se publicó en la revista “60 y más”, editada por el IMSERSO y dirigida a mayores y profesionales que trabajan con ellos: