Uno de los rasgos más característicos de nuestra sociedad es el envejecimiento de la población, pero la realidad de las personas mayores es muy diversa. Con excesiva frecuencia se asocian los conceptos de dependencia y discapacidad con mayores, como si aquellos fueran acompañantes inevitables de estos últimos, pero ello no siempre refleja la realidad.
El “II Plan Internacional de Acción sobre Envejecimiento” (Naciones Unidas, 2002) establece la lucha contra los estereotipos e imágenes negativas sobre la vejez y el envejecimiento como objetivo fundamental. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud ha insistido reiteradamente en la importancia de estimular imágenes no-edadistas (discriminación de las personas mayores en función de la edad), especialmente en los ámbitos que más les afectan, salud y servicios sociales.
El lenguaje utilizado para referirnos a las personas mayores merece ser analizado con detenimiento y examinar cómo las imágenes sociales pueden ser consideradas como una limitación para un envejecimiento satisfactorio.
La valoración de los distintos términos tales como «viejo», «anciano», «Tercera Edad», «mayores» puede ser diferente, según el IMSERSO. De acuerdo con diferentes estudios realizados en España, «viejo» es un término peyorativo; «anciano» es denominador de una persona muy mayor frágil; «Tercera Edad» se refiere a personas en situación de atención o de ocio y esparcimiento y, finalmente, «persona mayor» parece ser el más neutro y forma parte del vocabulario «políticamente correcto», siguiendo las recomendaciones de la ONU.
Otros organismos, estatales en este caso, consideran también como adecuado y neutral el uso del término “personas de edad avanzada”, ya que tampoco en él hay carga ni valoración de ningún tipo.
Siguiendo con las recomendaciones del IMSERSO, el uso de los términos “envejecimiento” y “vejez”, proyecta una imagen contrapuesta; mientras el primero supone un proceso cargado de expectativas y vitalidad, la “vejez” supone un estado irreversible y altamente negativo. La sustitución del concepto “vejez” por el de “envejecimiento” avanza un cambio hacia una imagen social y cultural más dinámica de las personas mayores.
Por otra parte, se suelen utilizar adjetivos polares que implican una generalización de condiciones negativas sobre la vejez como «dependiente», «enfermo» y «triste», añadiendo la condición de «ocioso», teniendo en cuenta que las personas mayores suelen estar definidas, precisamente, por su condición de jubilados/as. Estos adjetivos responden a generalizaciones de condiciones y circunstancias que ocurren en la vejez, pero que no aparecen mayoritariamente en todas las personas mayores.
Cabe señalar en positivo, según el IMSERSO, que las imágenes negativas han disminuido en los últimos años, y hablan a favor de una visión más favorable de las personas mayores, gracias a políticas que han calado en la sociedad y que, por tanto, deben seguir implantándose. Así, frente a una imagen de dependencia, enfermedad e incompetencia, cada vez tiene más peso otra de sabiduría, serenidad, buen consejo y experiencia.
Consecuentemente, a nivel lingüístico, sería deseable utilizar términos «neutros» que describan al colectivo. También, tratar de eliminar, en la medida de lo posible, el empleo de términos globalizadores relacionados con el aspecto más negativo del estereotipo («viejo», «anciano», «abuelo»), según recomienda el IMSERSO.
En este sentido, evitar expresiones con connotaciones paternalistas o infantilizadoras como “abuelos/as” que, aunque suelen ser enunciadas con intencionalidad cariñosa, chocan con una concepción de la persona mayor adulta y con capacidad de autodeterminación.
Una imagen real y positiva de las personas mayores y del envejecimiento contribuye a una mejor calidad de vida. En este sentido, según afirman algunos autores, lo más importante del envejecimiento, el verdadero reto del aumento de la esperanza de vida, es lograr una auténtica calidad de vida de las personas mayores que les permita mantener la actividad y la independencia, en la medida de lo posible.
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