En el momento social en el que nos encontramos, los y las adolescentes son un tema de conversación recurrente, y son muchas las disciplinas que abren un campo para la investigación y el trabajo con ellos/as. Actualmente no es fácil precisar con exactitud cuándo comienza y finaliza esta etapa. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la adolescencia es el periodo comprendido entre los 10 y los 19 años, y la juventud desde los 15 hasta los 24 años. Sin embargo, en muchas culturas solo existe la niñez y la vida adulta, y para pasar de una etapa a otra basta con someter a la persona a unos “ritos de paso” para validar la transición de un estado a otro en la vida, y todos estos ritos tienen en común que son experiencias dolorosas para el individuo. Por ejemplo, en Papúa, Nueva Guinea, los varones son objeto de cortes en la espalda, el pecho y las nalgas, o en Dakota del Norte, en EE.UU, clavan sus extremidades en picas de madera y los suspenden con pesos atados a las piernas.
El concepto adolescencia, en nuestra sociedad, ha sido dinámico según las condiciones históricas, económicas y socioculturales, lo que nos hace pensar que la adolescencia es un constructo social, una categoría social relativamente nueva que sirve de espejo a nuestras sociedades posmodernas que prolongan la adolescencia, influida por la necesidad de capacitar en la educación y posponer la incorporación al mundo laboral. Ello provoca una mayor dependencia económica y psicológica de los padres, retrasando la independencia y responsabilidad de la vida adulta.
La adolescencia proviene de un término en latín “adolescere”, que significa “crecer”, “padecer, “sufrir”, “ir creciendo para convertirse en adulto”. Implica un período de crisis entendido como proceso de cambio, a través del cual el joven alcanza la autonomía psicológica y se inserta en el medio social, sin la mediatización de la familia.
Es, por tanto, una etapa de cambios no solo físicos, sino también sociales y psicológicos, y es el momento de construcción de una consistencia subjetiva y simbólica que llamamos “identidad”, y que ayudará al/la adolescente a enfrentarse a la angustia que puede provocar la soledad y el aislamiento de este proceso, siendo necesario tolerar el sufrimiento emocional que contribuirá a poder enfrentarse a distintos procesos vitales.
El adolescente, según Arminda Aberastury, pionera del psicoanálisis en niños y adolescentes, se tiene que enfrentar a tres clases de duelos: el duelo por el cuerpo de niño (el adolescente sufre cambios rápidos e importantes en su cuerpo que a veces llega a sentir como ajenos, externos, y que lo ubican en un rol de observador más que de actor de los mismos), el duelo por la pérdida de la identidad infantil (no se da cuenta de cómo debe actuar, ya que no es un niño pero tampoco un adulto), y por último, el duelo por los padres de la infancia (sienten que sus padres comparten las mismas inseguridades y temores y dejan de ser el único contenedor que les confiere seguridad).
Por otro lado, los/las adolescentes representan una incógnita, un enigma, tanto para los adultos como para ellos mismos. Tanto es así que dicho interrogante produce un malestar social que toma una forma determinada en función del momento de época. No es poco frecuente encontrarnos con jóvenes que no saben qué quieren hacer en el futuro. Por cierto, un futuro incierto, quebrado a nivel social, y muy poco acogedor de las necesidades y temores actuales de nuestros/as jóvenes.
Pese a lo nuevo del concepto “adolescencia”, sí es habitual encontrar manifestaciones de las distintas culturas que establecen un momento de ruptura entre la condición del niño y la del adulto. Nos encontramos ante la separación de los padres por parte de sus hijos/as adolescentes, su paso a la independencia, la experiencia de sus primeros encuentros sexuales, las manifestaciones físicas de los cambios en el propio cuerpo… Todo ello vendría a representar el momento de corte entre la familia y la sociedad.
Desde el PAIJF partimos de la propuesta de instaurar un lugar donde la palabra de los/las jóvenes, y también la de los familiares, sea la protagonista de la acción y sobre la cual poder trabajar. Será pues a partir de este espacio donde intentaremos articular el vínculo que promueva la adherencia al programa por parte de las personas atendidas, llevando a cabo una tarea de sensibilización y orientación familiar de manera integral, alejándonos del concepto de adolescencia como una dificultad intrínseca, y entendiéndolo de forma holística, es decir, teniendo en cuenta las diferentes variables: sociales, familiares, historia adictiva,… Como afirma Hebe Tizio, Doctora en Psicología Clínica por la Universidad de Barcelona, “la adolescencia en mayúscula no existe: lo que existe son las adolescencias al plural y los sujetos al singular”.
Así pues, a los y las profesionales se nos presenta un reto importante: acompañar a los adolescentes pudiendo dilucidar entre su demanda y su deseo. Es éste el motor del cambio necesario para poder plantear estilos de vida más saludables.
Eusebio Expósito Capilla
Educador Social en el Programa de Atención Integral para Jóvenes y Familias (PAIJF)
El servicio, gestionado y dirigido por la Fundación Salud y Comunidad (FSC) en Altea (Alicante),…
Hace unos años, este centro tutelar, de titularidad del Ayuntamiento de Donostia, que cuenta con 16…
Francisco Javier Calderón Les es voluntario desde hace aproximadamente un año y medio del Centro…
El programa ofrece apoyo y acompañamiento gratuito en salud mental y/o conductas adictivas (patología dual)…
Nuestro compañero Otger Amatller, coordinador del Departamento de Prevención de la Fundación Salud y Comunidad…
El servicio, de titularidad de la Generalitat Valenciana, gestionado y dirigido por la Fundación Salud…