Los recortes en las prestaciones sociales están haciendo estragos. La asistencia a las personas con dificultades sociales y/o de salud se está viendo muy menguada y todo apunta a que el futuro será peor.Sin embargo a la prevención le está tocando un papel mucho peor en esta función. La mirada “cortoplacista” de muchas administraciones ha llevado a reducir a la mínima expresión los presupuestos dedicados a la prevención de problemáticas sociales y de salud.

prevencion-crisisParece que la ciudadanía va a quejarse menos si recortamos en prevenir un problema que todavía no existe, “no es prioritario”, “ahora mismo sólo podemos dedicarnos a lo esencial”, “hay que apretarse el cinturón”… son algunas de las frases que oímos repetidamente hasta el hartazgo.

En esta mirada –y sin entrar a analizar aún la situación desde el punto de vista ético– nos olvidamos del concepto de la eficiencia, tan relevante en tiempos de crisis. Curiosamente se ha utilizado el concepto para justificar recortes en la función pública pero en cambio no hemos entrado a analizar qué papel deberían cumplir las políticas preventivas en esta eficiencia.

Con el dinero que se invierte en un programa para prevenir la adicción al tabaco en una población mediana, por ejemplo, no llegaríamos a pagar ni el tratamiento entero de un ciudadano/a que contraiga un cáncer de pulmón, además sin tener la certeza de que habrá un buen resultado. No podemos dejar de lado a las personas que están conviviendo ya con situaciones difíciles, por supuesto.

Pero una sociedad que deja de anticipar los futuros problemas y las posibles vías de solución e invertir dinero en ello está condenada a no salir nunca del bucle en el que se encuentra. Actuar reactivamente a las situaciones no permite tener control sobre las mismas.

Por otro lado, aquellas organizaciones y administraciones que tenemos experiencia en prevención y seguimos apostando por ella tenemos un reto en demostrar esa eficiencia de la que hablábamos. Deberíamos salir de esa actitud que algunas veces mantenemos de “lamernos las heridas” para intentar avanzar en la verificación de los resultados obtenidos y no intentar, a menudo, reinventar lo que ya existe. Convendría mostrar receptividad ante la innovación pero sin frivolizar; los contenidos, la metodología y los canales deben estar equilibrados en su importancia y sobre todo evaluados.

Debemos poder demostrar que la prevención funciona: es más barata que la asistencia pero, sobre todo, si sabemos cómo hacerlo es más ético prevenir los problemas que permitir a sabiendas que se produzcan.

¿Cuál será el coste económico y en calidad de vida de no prevenir?

Gemma Altell
Subdirectora Área de Género, Familia y Adicciones
Fundación Salud y Comunidad