La palabra “estigma” procede de la antigua Grecia, donde se refería a una marca grabada en el cuerpo, con la que quienes cometían faltas graves eran exhibidos públicamente ante la sociedad y se señalaba que debían ser evitados o rechazados.
En el ámbito de las ciencias sociales, el concepto de estigma fue incorporado por el sociólogo canadiense Erving Goffman, considerado como el padre de la microsociología. Se trata de uno de los enfoques o niveles de análisis de la sociología, centrado en la naturaleza de las interacciones y de la acción social humana cotidiana, a pequeña escala.
Goffman, en su libro Estigma. La identidad deteriorada (1963), definió el estigma como “el proceso en el cual la reacción de los demás estropea la identidad normal», diferenciando tres formas de estigma: el “cuerdismo” o “mentalismo” por la imposición de un diagnóstico médico de trastorno mental (o la experiencia del trastorno); una forma de deformidad o una diferenciación no deseada y la asociación a una determinada raza, creencia o religión (o ausencia de esta).
Una de las características fundamentales de la investigación sobre estigmatización es que se centra en la perspectiva de las personas estigmatizadas, analizando los efectos del estigma y las estrategias de afrontamiento que utilizan para reducirlo, como afirman Molero y otros (2017).
De acuerdo con estos autores, la internalización del estigma consiste en el grado de aceptación que la persona estigmatizada tiene de las características negativas atribuidas a su grupo en su conjunto, así como el grado en que las incorpora a su propio sistema de valores y a su autoconcepto.
En este sentido, la mayoría de los estudios sobre el estigma internalizado (elemento que forma parte del “autoestigma”) se han realizado en personas con enfermedad mental y en personas con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), poniendo de manifiesto que la discriminación percibida tiene efectos muy negativos sobre su bienestar psicológico.
Con respecto a las personas con VIH, diversas investigaciones han demostrado la existencia de un alto grado de internalización del estigma que, en ocasiones, llega a ser más alto que el propio estigma existente hacia estas personas en la sociedad.
Por otra parte, las personas estigmatizadas afrontan el estigma internalizado de diversas maneras. De acuerdo con Barreto (2015), las estrategias de afrontamiento más importantes diferencian respuestas proactivas que tratan de evitar la circunstancia estresante o reducir su impacto y las estrategias reactivas que se suceden a la misma. También distingue entre respuestas centradas en el problema que tratan de resolver la causa de la circunstancia estresante y las respuestas centradas en las emociones, las cuales tratan de reducir su impacto emocional.
Además, tal y como mantienen los ya citados Molero y cols. (2017), las estrategias de afrontamiento se pueden agrupar en función de su carácter individual, grupal o societal.
En relación con ello, entre las estrategias de afrontamiento individuales más utilizadas por las personas estigmatizadas, se encuentran las siguientes: la evitación de las interacciones intergrupales, la ocultación de la identidad estigmatizada o enfrentarse a la discriminación.
En cuanto a las estrategias grupales, entre ellas, destacan la movilidad individual (cambiar de grupo), la creatividad social (tratando de reducir la importancia de la dimensión estigmatizada. Por ejemplo, protegiéndose la persona frente a los estereotipos, mostrando la superioridad de su grupo en otros dominios) o la acción colectiva, con el fin de mejorar el estatus del grupo.
En el caso de las personas sin hogar que atendemos en los diversos servicios gestionados y dirigidos por la Fundación Salud y Comunidad (FSC), detectamos estrategias individuales para protegerse frente al estigma y esquivar la identificación, como puede ser el hecho de evitar a otras personas sin hogar, tanto durante la situación de exclusión residencial como cuando sus circunstancias mejoran. Ello responde a lo que vendría a ser la búsqueda de la diferenciación respecto al grupo y todos los prejuicios que le acompañan.
Aunque, por el contrario, por lo que observamos en algunos centros de esta tipología gestionados por nuestra entidad, también hay quienes configuran su identidad de manera consciente en torno a su situación de exclusión residencial y a la subcultura que envuelve la vida en la calle. De esta manera, reivindican la heterogeneidad del grupo, enfrentándose a las ideas estereotipadas difundidas y evidencian la vulneración del derecho a una vivienda digna. En este caso, se pretende una mejora de su estatus de forma colectiva.
Asimismo, un efecto importante del estigma en el plano social es la exclusión a la que se ven sometidas estas personas. En el contexto de la estigmatización, y a través de diferentes acciones, con el tiempo se van consiguiendo los cambios necesarios en las leyes e instituciones, para ir logrando la igualdad de derechos, si bien todavía queda camino por recorrer.
Tal y como señalan estos autores, no es tarea fácil ir logrando cambios que se vean reflejados de forma efectiva en la sociedad. Sin embargo, la historia ha demostrado que la movilización de los grupos estigmatizados ha conseguido importantes avances hacia el respeto y defensa de sus derechos. Entre los numerosos grupos estigmatizados, es el caso de los logros alcanzados por el movimiento feminista y de la lucha del movimiento LGBT+ que continúan trabajando para la normalización e “igualdad real” en la sociedad, tratando de ir un paso más allá de la igualdad legal.
A este respecto, desde los servicios de atención a personas sin hogar que gestionamos en FSC, intentamos que las personas a las que acompañamos (a través de la atención diaria que ofrecemos o talleres grupales), así como el público en general (mediante charlas, publicaciones, etc.) o profesionales de otras áreas vinculadas (en el trato diario o a través de reuniones de coordinación), entiendan que las situaciones que viven estas personas tienen un componente estructural y que caer en la culpabilización individual no contribuye a la mejora de su situación, sino todo lo contrario.
Sin duda, asumir responsabilidades de manera individual es importante en un proceso de mejora de la situación personal, pero todo ello sin obviar el contexto estructural que lo engloba y pudiendo hacer uso de los recursos institucionales suficientes. Así, frente al estigma, el acceso a una información veraz es trascendental, pero también dotar de servicios a los grupos sociales y colectivos que están siendo difamados mediante mensajes estereotipados o sometidos a situaciones de desigualdad.
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