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Las agresiones sexuales en las fiestas son cosa del sexismo facilitado por el alcohol, pero no de la burundanga

El Observatorio Cualitativo sobre la relación entre el consumo de drogas y los abusos sexuales en contextos de ocio nocturno está financiado por el Plan Nacional Sobre Drogas (PNSD) del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. En el marco de la jornada «Violencias sexuales, fiestas mayores y medios de comunicación», celebrada hoy en el Espacio Francesca Bonnemaison en Barcelona, la Fundación Salud y Comunidad (FSC) ha presentado el informe de resultados 2015/2016 de este Observatorio.

El proyecto, iniciado en el año 2013, se enmarca en una línea de prevención y reducción de riesgos y se desarrolla en Cataluña, Comunidad de Madrid y Comunidad Valenciana, y sitúa la perspectiva de género en el eje central del análisis. Este tercer informe ha seguido apostando principalmente por la metodología cualitativa, con el fin de facilitar la comprensión de las creencias, actitudes, motivaciones y comportamientos que se dan entre los y las jóvenes sobre el consumo de drogas, la sexualidad y las violencias sexuales, a partir de sus propios relatos y desde sus perspectivas.

El informe parte de que la violencia sexual es uno de los principales riesgos que las mujeres tienen cuando salen de fiesta y que, por las particularidades de estos contextos, estos riesgos no son suficientemente percibidos y combatidos. Por ello, se apuesta por la desnormalización de estas violencias, su identificación y visibilización y la creación de estrategias para erradicarlas.

Algunas de las principales cuestiones que se destacan en este informe, que se han puesto de manifiesto durante la jornada, son:

  • La sobredimensión de la “sumisión química” premeditada y de la “burundanga”: sin negar la existencia de este tipo de violencia sexual, el foco mediático que acarrea la “sumisión química” puede incidir en la idea de que la violencia sexual realmente grave es la que se ejerce contra mujeres que de ninguna manera se pueden defender. Sin embargo, todas las formas y canales de ejercicio de las violencias sexuales son graves y han de ser erradicadas.
  • El alcohol sigue siendo la sustancia más presente en las situaciones de agresión sexual: el alcohol y otras drogas son sustancias que despiertan el sexismo latente, un disparador y facilitador, pero nunca la causa única de la violencia. Además, el consumo de alcohol y otras drogas por parte de las mujeres es mayoritariamente voluntario, hecho que posteriormente juega un papel clave en la injusta responsabilización y culpabilización de las víctimas.
  • El binomio premeditado/oportunista: estas categorías fueron propuestas por el Consejo de Europa para diferenciar las situaciones de “sumisión química”. Las premeditadas serían aquellas en las cuales el agresor de forma intencionada proporciona una sustancia narcótica o desinhibidora a la víctima y las oportunistas aquellas que incluyen las agresiones sexuales que se producen con una persona prácticamente inconsciente, a causa de un consumo voluntario de sustancias. Consideramos que es una manera práctica pero simplista de abordar una realidad más compleja, ya que en la mayoría de los casos el oportunismo no está exento de premeditación.
  • Identificarse como víctima: de la normalización de las mujeres a la hipersensibilidad de los hombres: cuando se pregunta sobre el hecho de haber sido víctima de violencias sexuales en el ocio nocturno, en algunos casos los resultados de las mujeres y de los hombres no están tan alejados. Este hecho tiene que ver con dos factores: 1) con el elevado grado de normalización de la violencia sexual en estos espacios, por lo cual muchas veces no es identificada, ya que forma parte de la cotidianidad del ocio nocturno; 2) los hombres son mucho más sensibles a las violencias sexuales porque las viven con mucha menor frecuencia y cualquier forma de acoso sexual es rápidamente identificada como violencia.
  • Agresores fantasma: por una parte, tenemos   abundantes  relatos   de  mujeres  que    explican haber vivido experiencias de violencia sexual y, por otra, nos  encontramos con una casi totalidad de relatos de hombres que aseguran no haber acosado nunca o agredido sexualmente a ninguna mujer. Bajo nuestro punto de vista, la explicación más plausible es que los hombres o no la identifican o no se identifican a sí mismos con estas dinámicas.
  • Sexo consentido/sexo deseado: algunos de los relatos de las mujeres participantes de nuestro trabajo de campo hacen referencia al hecho de mantener relaciones sexuales consentidas, pero realmente no deseadas. Para construir una cultura sexual libre, segura y saludable, nos parece clave que, más allá de que el sexo requiera del consentimiento de las dos partes, sea también deseado. Es decir, que se pueda desmantelar el mandato de género que señala que las mujeres no pueden decir que no, o que no tienen que frustrar las expectativas o necesidades del otro.
  • Efecto Sanfermines: las campañas realizadas desde la Administración durante los Sanfermines han dado impulso a este debate durante otras fiestas. El reto es dar el salto ahora al ocio nocturno comercial que es el espacio en el cual generalmente las personas salen a lo largo del año.

Frente a esto, se observa una tendencia a situar la responsabilidad de las agresiones en el consumo previo, como si el detonante de la violencia sexual fuera la sustancia, dejando de lado la responsabilidad de los agresores en el ejercicio de estas conductas. La violencia sexual encuentra sus raíces en el sexismo.

Como propuestas de acciones de prevención e intervenciones, en este informe se destaca la importancia de que las administraciones generen campañas y protocolos de calidad y trabajen conjuntamente con los medios de comunicación para que aporten una información rigurosa y contrastada. También, implicar al sector privado del ocio nocturno e interpelar a las personas que agreden y a las que son testigos de estas escenas: a problemas colectivos, respuestas colectivas.

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