Cuando el usuario/a ya ha tomado la decisión de empezar una vida en abstinencia, cuando se ha dado cuenta, gracias al trabajo realizado desde lo residencial, de qué función tenía su consumo, del daño que se ha hecho y de lo mucho que ha perdido durante todo el tiempo de consumo de drogas… empieza, en algunos casos, un segundo camino a recorrer. Desde los pisos de reinserción de FSC, ubicados en la ciudad de Barcelona, les acompañamos en este trayecto.
Cuando una persona decide, de manera impulsiva, por reacción, o bien desde un análisis y reflexión personal, dar el paso e ingresar en una comunidad terapéutica, tenemos que valorarlo como un acto valiente y a la vez arriesgado. Se trata, no sólo de renunciar a ciertas cosas, sino de mirarse a uno mismo y empezar a preguntarse cómo reconstruir la identidad.
En los pisos se abarcan, desde la vertiente más pragmática, todos aquellos aspectos que van más allá del mero hecho de dejar de consumir drogas. Y es precisamente en este punto donde el usuario/a se empieza a dar cuenta de que, más allá del síntoma, cuando el mismo ya no está latente, donde se abre un mundo de incertidumbres que empieza con la necesidad de reconstruirse, de crear una nueva identidad desde ese vacío, aunque fértil, donde tiene la oportunidad de mirarse a sí mismo y desarrollar sus potencialidades.
Pero de la misma manera que se puede vivir como una oportunidad, también se vive desde el miedo: el miedo a realizar una reconstrucción personal que implica empezar a identificarse con aquellas personas que no han estado en contacto con el consumo, miedo a hacer frente a nuevos lugares, a asumir nuevos roles aún desde una base muy inestable que provoca que en muchas ocasiones el usuario no se sienta reconocido en sí mismo.
Esa aceptación pasa por empezar a encontrarse con las limitaciones de cada uno, y estas pueden tener forma de patología dual, de haber realizado un solo oficio durante toda la vida del que ahora ya no pueden trabajar, de no poder seguir utilizando el mismo rol dentro del sistema familiar, de prescindir de actividades de tiempo libre más allá de las que rodean el consumo de drogas, e incluso de historias de vida en las que el consumo ha sido la única forma de establecer relaciones íntimas.
En los pisos terapéuticos de FSC abordamos todas estas problemáticas favoreciendo y apoyando la parte más sana de la persona para que esta se amplifique y sea, a través de ella, por la que empiece a reinventarse. Cada usuario va descubriendo qué es lo que necesita y desde ahí va tomando sus propias decisiones. El acompañamiento terapéutico y educativo que se realiza desde los pisos terapéuticos pretende darle soporte en su necesidad de salir de su zona de confort, sin que eso conlleve la creación de un falso mundo ideal.
Dentro de los grupos terapéuticos que existen en el servicio, el grupo abierto es uno de los espacios más valorados en el cuestionario de satisfacción (llegando en el 90% de los casos a la puntuación más alta). En este espacio grupal se realizan reflexiones de situaciones, tanto externas como internas, verbalizando las emociones que se generan desde la abstinencia, e incrementando la conciencia sobre uno mismo y su entorno. Todo esto se refuerza y complementa en el espacio individual de tutoría.
Nos produce mucha satisfacción ver cómo el usuario va encontrando desde el desarrollo de su autonomía, su nuevo lugar en el mundo…