“En otros tiempos se creaban brujas; en nuestros días, se fabrican enfermos mentales… Con frecuencia se acusa a estas personas de locas (desde el nacimiento en que se las etiqueta como ‘drogadas’ o psicóticas postpartum’… La cuestión estriba en que estos enfermos mentales no escogen ese papel; se les etiqueta y se les cuida en contra de su voluntad; o sea, se les impone un papel» (Thomas Szasz, psiquiatra).
En nuestra opinión, esta pregunta solo encontrará respuesta en cada una de las personas atendidas, en su historia, en la etapa previa al consumo de drogas, en su relación con la sustancia, en la sustancia de consumo preferente… El consumo no siempre comportará la aparición de un problema de salud mental, no es la sustancia la que genera el problema. Ahora bien, evidentemente, el estilo de vida que comporta la adicción (o incluso el consumo problemático) dificulta la asunción de responsabilidades, el cultivo de las relaciones, el cuidado del cuerpo y el “equilibrio” psíquico (si así puede denominarse).
Ahora bien, ¿podemos repensar la patología dual? En nuestra opinión, no solo podemos hacerlo, sino que también debemos construir un escenario donde lo particular tenga mucha más cabida de la que nos concede un diagnóstico-etiqueta, independientemente de la situación que se nos presente.
Entendemos que en la actualidad hay una tendencia al abuso de este término por parte de la comunidad profesional generando un doble efecto en la práctica laboral.
Por una parte, una excesiva identificación con la idea de “enfermedad” puede comportar una desresponsabilización de las personas que atendemos, potenciando en paralelo una posición ante la vida desde el “soy enfermo”. Por otro lado, favorece su estigmatización, etiquetaje y que se desvanezca la percepción de los elementos singulares de estas personas frente a los/as profesionales y también frente a la sociedad, en general. Este segundo aspecto lo podemos ver en ocasiones en los propios centros y/o dispositivos de atención donde dichas personas no son tenidas en cuenta desde la dimensión de su propia elección.
Por tanto, no solo hemos de repensar la patología dual, hemos también de reinventarla o, por ser más precisos/as, tenemos que acotar su alcance para poder poner en relación la dimensión biológica/psicológica pero también social.
En definitiva, aún en nuestros días abundan las conceptualizaciones parciales de los estados de salud y de enfermedad en las que se priorizan uno u otro aspecto (biomédico, terapéutico, psicosocial, antropológico, etc.), en función de diversos intereses, contribuyendo a ofrecer una visión sesgada y única.
Nuestra apuesta es la de un modelo teórico y aplicado de salud no reduccionista, que abarque las diversas dimensiones implicadas y que vaya más allá del plano estrictamente biológico. Entendemos que es necesario que se contemple la interrelación entre los sujetos y la comunidad en una doble dimensión, facilitando la promoción social de estas personas como ciudadanos/as, y favoreciendo también la sensibilización de la sociedad hacia las distintas situaciones que bajo este término se agrupan y que en ningún caso deberían simplificarse.
Manu Izquierdo
Trabajador social. Máster en Drogodependencias.
Director del Centro de Día de Adicciones.
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