Por tercer año consecutivo, Noctambul@s se pone en marcha para seguir observando la relación entre el tridente ocio nocturno, drogas y violencia sexual en Cataluña, Madrid y Comunidad Valenciana. A pocos días de presentar el segundo informe de resultados, la maquinaria del Observatorio ha empezado a funcionar con nuevas y no tan nuevas preguntas por resolver. En este artículo queremos abordar dos de las principales cuestiones que destacan del informe que ahora publicamos y que nos planteamos de nuevo entre los objetivos del Observatorio para esta tercera fase. Estas son por un lado el papel de las drogas en estas violencias y el cada vez más mediático debate acerca de la sumisión química y por otro las formas de consumo de las mujeres jóvenes y su percepción de la igualdad de géneros en los contextos de ocio nocturno.
En la última década, la realidad de la violencia sexual en los espacios de ocio nocturno y el consumo de drogas han tomado una especial relevancia en el contexto europeo tras las distintas voces de alarma emergentes en distintos países del aumento de mujeres agredidas sexualmente mediante el uso de sustancias. El concepto “drug-facilitated sexual assault” (DFSA) acuñado por el gobierno británico y más tarde reconocido por el Consejo de Europa se divide en dos tipos de agresiones: las premeditadas o proactivas en las que el agresor de forma intencionada proporciona una sustancia desinhibidora a la víctima y las oportunistas que abarcan las agresiones sexuales que se producen con una persona prácticamente inconsciente debido a un consumo voluntario de sustancias. En la literatura científica española el término utilizado es el de “sumisión química” y aunque a veces se utiliza para referirse exclusivamente a las agresiones premeditadas dejando de lado las agresiones oportunistas, el Observatorio se enmarca en la definición propuesta por el Consejo de Europa abarcando las dos tipologías de agresiones y entendiendo la sumisión química en sentido amplio. En este sentido, parece que en el contexto español la amplia mayoría de casos de sumisión química obedece a patrones oportunistas y que la sustancia por excelencia que aparece en la mayoría de casos es el alcohol.
La alarma de la sumisión química ha puesto de nuevo sobre la mesa la relación entre consumo de sustancias y las conductas violentas. En este sentido, lo que observamos es una tendencia a situar la responsabilidad de las agresiones en el consumo previo, como si el detonante de la violencia sexual fuera la sustancia y no la ideología o los aprendizajes de quien consume. Esta perspectiva no es sólo un atajo más para criminalizar el consumo de sustancias sino que deja completamente de lado la responsabilidad de los agresores en el ejercicio de estas conductas. La ceguera de género de muchos de estos discursos es una de las razones de ser del Observatorio Noctambul@s. La violencia sexual encuentra sus raíces en el sexismo, en la cultura sexual de hombres y mujeres, la normalización de múltiples estereotipos: los impulsos sexuales de los hombres son irrefrenables y las mujeres tienden a decir que no quieren algo cuando en el fondo lo desean. El consumo de sustancias no convierte a los hombres en agresores sexuales en potencia ni a las mujeres en víctimas. Además, si así fuera, no dejaría de sorprendernos que las mujeres, que también consumen, no agredan sexualmente. Pero atribuir la responsabilidad a las drogas es mucho más efectivo y contribuye a crear esa ficción de que si nadie consumiera no habría agresiones sexuales en las fiestas.
A todo el debate sobre el papel de las drogas se suman también los diversos discursos que tratan de interpretar los cambios en las pautas de consumo de las mujeres jóvenes. Parece evidente que estas pautas se han masculinizado, las mujeres consumen tanto como los hombres cuando salen a divertirse. Ahora bien, a menudo se confunde esta realidad con que estos espacios se hayan convertido en igualitarios de repente. El aumento del consumo de las mujeres no está relacionado con un cambio en las relaciones entre hombres y mujeres sino con un modelo de éxito social al que las mujeres también quieren acceder. Cuando observamos desde una perspectiva feminista los discursos de la gente joven que participa en el Observatorio en relación a las formas de consumo de las mujeres jóvenes y su relación con el riesgo de ser agredidas sexualmente destacan dos ideas que vale la pena resaltar. En primer lugar se justifica la violencia sexual en los contextos de ocio nocturno debido a la actitud de “las chicas de hoy en día”, parece que las chicas que se divierten como los chicos deben asumir y encajar los riesgos de ser agredidas, que su actitud es extrema y por lo tanto deben de atenerse a consecuencias extremas, o incluso que, por el modo en que muchas chicas se divierten, se visten y bailan en las fiestas, no es de extrañar que sean agredidas. Es decir que se penaliza a las chicas por tener conductas que no les corresponden por rol de género, lo que nos indica que el igual consumo de sustancias no está relacionado con la igualdad de género en las relaciones sociales del ocio nocturno y que se sitúa la responsabilidad de la violencia en las chicas que van demasiado al límite. En segundo lugar, es también clave conocer los discursos de las chicas jóvenes en relación a la igualdad de género en estos contextos. En este caso, observamos que el planteamiento del espejismo de la igualdad sigue teniendo un importante protagonismo. Muchas chicas interpretan la pregunta sobre la igualdad en clave de poder y sumisión, es decir que a la pregunta del sexismo en el ocio nocturno a menudo responden destacando que ellas son tan libres como los chicos, que se divierten como quieren y que nadie va a impedírselo. Como si insinuar que hay desigualdad en las fiestas quisiera decir que las chicas que allí se encuentran son sumisas, y como si no se pudieran sentir libres y desear divertirse como quieran en un contexto de desigualdad de género preocupante. No es de extrañar que en un contexto en el que se atribuye la responsabilidad de la violencia a las mujeres, éstas se sientan interpeladas cuando se habla de sexismo como si fuera una acusación hacia ellas, y por lo tanto mereciera una respuesta defensiva. En este sentido, estos discursos nos dan claves sobre cómo abordar las campañas de prevención de la violencia sexual en estos contextos y replantear el enfoque de la lucha contra el sexismo en los espacios de ocio nocturno. Quizá sea interesante retomar esa idea de libertad que ellas defienden y poner en valor los injustos riesgos que se derivan de su comportamiento, riesgos de los que no son responsables, pero posiblemente de los que sí serán víctimas.
Esta última reflexión no pretende ser un nuevo intento de enfocar la prevención de la violencia sexual desde la modificación del comportamiento de las chicas. Sin duda, el peso de estos discursos preventivos debe urgentemente redirigirse hacia los chicos jóvenes. Lo que queríamos es reflexionar críticamente sobre la idea de que “las mujeres consumen como los hombres lo que demuestra que ya son iguales” y el peso que están cobrando estos discursos en muchos contextos, incluso en el ámbito de la prevención de drogas en los contextos de ocio nocturno.
Más información aquí: https://www.fsyc.org/malva/noctambulas/
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