Escribo desde la recepción de la Residencia y Centro de Día para personas mayores de Yécora (Álava). Detrás de mi pantalla de ordenador, vislumbro ocho personas, algunas de las cuales mueven la cabeza al son de la música que se escucha de fondo, que lejos de lo que cualquiera podría pensar, es muy actual.
Una usuaria se atreve a mover las manos al compás, mientras la que se sienta al lado se ríe; otro se muestra impasible sumergido en la lectura de un periódico riojano, porque él es de un pequeño pueblo de La Rioja a 20 minutos de la residencia; otra usuaria lee “El Correo”, mientras dice “éste es el periódico de aquí”. Un par de residentes se han quedado dormidos en los sillones y cabecean asintiendo. Ese mismo cabeceo asintiendo nos lo hemos encontrado antes, pero no en usuarios/as que se echan una siesta, sino en trabajadoras bien despiertas que abrazan nuestra llegada. Asienten al cambio y nosotros confiamos en traerles las mejoras que ansían.
La palabra clave de este viaje ha sido “potencialidad” y, aunque quizás el potencial es un término vago tal y como nos señaló Úrsula, la usuaria con más recorrido en la residencia, nos gusta este concepto. A Úrsula la llaman cariñosamente “la guerrera” porque pone a todo el mundo en su sitio hablando claro, y también a nosotros que somos los recién llegados. “Necesitamos menos palabras y más hechos” nos dice, mientras nos enseña con mucha amabilidad lo impecable que tiene su habitación; tanto con ella como con el resto de usuarios/as hay una ilusión compartida.
He titulado este relato “con vistas” porque creo que resume, por un lado, la preciosidad de este lugar. Hay una sala enorme con ventanales a la sierra, a los viñedos y a la montaña a la que llaman “El león dormido”. Y, por otra parte, responde a la apuesta de la Fundación Salud y Comunidad (FSC) que, en consorcio con el Grupo Lagunduz, empieza a gestionar su primera residencia propia para personas mayores.
Hay una buena acogida a nuestra llegada por varios motivos, los principales son el rescate económico que hemos realizado, apostando por la subrogación del personal y la recuperación del edificio, pero sobre todo porque la ética, el bagaje psicosocial y asistencial y la ilusión se transmite. Asienten, unos más dormidos que otros, pero al unísono de la música, la que hemos empezado a traer, que no suena igual, pero que parece que nos gusta más a todos.
Al salir de la residencia, se ve en letras grandes en todo el lateral del edificio una V y una B, de “Virgen de Bercijana”, la virgen del pueblo, que tenemos en la capilla de la planta baja, al lado de una cocina propia que huele que alimenta “como en casa”. Viendo las letras desde el camino verde que va a la balsa por una ruta histórica, me viene a la cabeza Buenas Vistas, Vida, Viñedos, Vejez, Bienestar… Y un pueblo que se alza alejado del bullicio de la ciudad más cercana, Logroño, perdiéndose en una serenidad difícil de describir y contrapuesta a nuestro ritmo acelerado de vida, reuniones, portátiles y cafés.
Producimos ideas de mejoras, creatividad del cambio y gestión de las resistencias, mientras nuestros usuarios/as producen recuerdos, ejercitan sus piernas y mentes, y centran su mirada en la sierra. Desde posiciones diferentes, todos miramos hacia la misma sierra, y siempre hacia adelante, entendiendo la posición del otro y creando, en este caso, sinergias para que la residencia funcione lo mejor posible. Sabemos que el movimiento y el cambio generan resistencias y miedo a lo desconocido, pero a los residentes les pedimos un salto de fe (ellos dirían que con el beneplácito de la Virgen de Bercijana), aunque ya intuyan que están en buenas manos con un equipo de transformadores de realidades que hablan de personas.
No está nada mal para alguien que viene de la psicología y de los proyectos sociales ver que en un momento generalizado de cambio, algunas cosas siguen siendo las mismas, pero otras tendrán que cambiar y habrá que aprender a darlas a conocer para que sepan tan bien (o incluso más) de lo que huele la cocina de este centro, que, desde luego, no tiene nada que envidiar a las del resto.
Paula Alcaide
Área de Atención a la Dependencia