Las personas adictas a las drogas que ingresan en prisión cargan con un doble estigma. Por un lado, son reclusos y, por otro, son drogodependientes. La Fundación Salud y Comunidad ha puesto en marcha un programa de acogida a este tipo de internos, que pueden conformar el 50% de los presos. El objetivo es informarles de los recursos con los que cuentan para tratarse su adicción y promover hábitos saludables. De este modo, se minimiza también la angustia que sufren en el momento de ingresar en prisión. De momento, se desarrolla en Barcelona, Lérida y Valencia, gracias a las personas que marcan la casilla en su declaración de la renta para la financiación de proyectos sociales con cargo a la partida del IRPF.

Cerca de la mitad de los internos del Centro Penitenciario de Hombres de Barcelona (la Modelo) son adictos a algún tipo de droga cuando ingresan en prisión. Se trata de presos que sufren un estigma doble, porque son reclusos y a la vez son drogodependientes. Estos internos, sobre todo los que ingresan por primera vez en prisión, no sólo se enfrentan a una brusca ruptura con el exterior, sino que también se ven súbitamente privados del consumo de droga y desconocen qué posibilidades tienen para acceder a un tratamiento. Esto les provoca una situación extrema de angustia.

Para paliar estos momentos de angustia y facilitar el ingreso de los reclusos en estas situaciones, la Fundación Salud y Comunidad ha puesto en marcha un programa de acogida en varios centros penitenciarios del país. Se trata de un servicio pionero, que busca informar y orientar al interno sobre cuáles son los recursos de los que dispone para tratar su adicción, así como sensibilizar y educar para la salud.  “Lo que intentamos es que no haya una ruptura en las necesidades de la persona drogodependiente por el hecho de entrar en prisión y que si alguien tiene dificultades con las drogas  sepa cómo moverse para acceder a los recursos que necesita”, explica la coordinadora de Proyectos de Inserción Cataluña de la fundación, Patricia Bosch.

Para ello, se organizan sesiones grupales durante los cuatro o cinco primeros días del ingreso en el centro penitenciario y se intenta que los reclusos drogodependientes acudan. En estas reuniones, se les informa acerca de los recursos intrapenitenciarios y se les entregan materiales preventivos sobre las conductas de riesgo en drogodependencias y enfermedades de transmisión sexual. “Se les explica los recursos que tienen para ser tratados, los canales para pedirlos y quiénes somos los equipos que les atienden. También se les sensibiliza en cuanto a enfermedades como el  VIH+/Sida, la hepatitis… Y les tranquilizamos”, detalla Bosch. De hecho, la coordinadora del proyecto asegura que estas sesiones tienen “un efecto tranquilizador” entre los internos, lo que a su vez favorece la reinserción desde el minuto uno del ingreso en prisión.

OPTIMIZAR RECURSOS

La otra gran ventaja del programa es más bien burocrática, ya que “se optimizan los recursos escasos existentes” y se agilizan los trámites desde que una persona drogodependiente ingresa en prisión hasta que puede comenzar con el tratamiento de deshabituación y adquisición de conductas preventivas porque. “Después de estas sesiones, la vía de acceso a los recursos que necesitan es mucho más rápida porque ya conocen los canales para conseguirlos”, insiste Bosch.

El equipo encargado de desarrollar el programa está formado por un grupo mixto de profesionales de la Fundación Salud y Comunidad y del propio centro penitenciario. Con ello, se garantiza la coordinación entre ambos, así como la intervención interdisciplinar. Además, el material utilizado se adapta al perfil de los internos de cada centro.

El Centro Penitenciario de Hombres de Barcelona es una de las tres prisiones donde se está llevando a cabo este servicio pionero. En este caso, más de 2.000 personas drogodependientes pasan cada año por este centro. La mayoría tiene una media de 35 años y sufre adicción a la cocaína o la cocaína y al alcohol. También se presta este servicio en el centro de Ponent de Lérida y en el de Picassent de Valencia. Según las previsiones, durante el 2012 este programa de acogida permitirá  atender a más de 550 personas drogodependientes.

El proyecto se desarrolla gracias a las personas que año tras año marcan la casilla de fines sociales en su declaración de la renta.