Los inmigrantes subsaharianos menores de 35 años y los latinoamericanos menores de 50 sufren un mayor retraso en el diagnóstico del VIH que los españoles, según revela un estudio epidemiológico que se presentará en el IV Congreso Nacional de GeSIDA.
En palabras de GeSIDA, el mayor retraso diagnóstico muestra la existencia de «barreras de acceso» a la prueba del VIH para estos colectivos, entre las que se incluyen aspectos administrativos, legales, lingüísticos, culturales o estructurales. A pesar de ello, el estudio muestra un acceso equitativo al tratamiento antirretroviral de los pacientes ya diagnosticados.
Para llevar a cabo la investigación, se observó a un total de 6.811 pacientes con VIH pertenecientes a 13 comunidades autónomas y se analizó datos desde el año 2004 al 2010. Por porcentaje de nacionalidad, el 74% de los pacientes eran españoles, el 19 por ciento latinoamericanos y el 6 por ciento africanos subsaharianos.
Los dos últimos grupos mostraron una progresión más rápida a Sida en edades entre los 35 y 50 años, en comparación con los españoles del mismo grupo, pero esta diferenciación desapareció cuando se excluía la tuberculosis del análisis. Este dato, según los expertos, indica que la mayor incidencia de la tuberculosis en estos colectivos es la responsable fundamental de un mayor riesgo de evolución a Sida.
Además, los pacientes procedentes del África Subsahariana tuvieron una peor respuesta tanto inmunológica como virológica, si bien los autores del estudio subrayan, en sus conclusiones, que son necesarios más estudios para caracterizar mejor esta menor efectividad y sus causas.
LAS MUJERES INMIGRANTES SUFREN BARRERAS IDIOMÁTICAS
Otro estudio entre inmigrantes, específico de mujeres, y basado en 26 entrevistas a pacientes con VIH: diez de ellas de África Subsahariana, ocho de Latinoamérica y las otras ocho españolas, señala que las mujeres con VIH que proceden del extranjero se ven más influidas por las barreras que perjudican el seguimiento y control de la enfermedad.
En concreto, el texto indica que la relación con el médico se percibe «con importante desigualdad» y resulta perturbada por la barrera lingüística. Un segundo obstáculo está relacionado con los síntomas, puesto que las pacientes asintomáticas se sienten bien y, esta circunstancia, actúa como barrera en todas las mujeres, aunque de manera más intensa en las inmigrantes, acostumbradas a una sanidad paliativa.
Igualmente, como las mujeres inmigrantes suelen tener trabajos con menos flexibilidad horaria, el control del VIH se ve en perjudicado en ellas, de mayor manera, por las obligaciones laborales.
Por otro lado, la asociación del Sida la marginalidad favorece especialmente la negación del VIH entre las mujeres inmigrantes, del mismo modo que el miedo al rechazo o la muerte social. Finalmente el desconocimiento de los códigos culturales del país de residencia y las propias dudas sobre el sistema médico también actúan como mayores barreras en la población femenina inmigrante.
Fuente: Europa Press