João Castel-Branco, presidente del Consejo de Administración del Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías (OEDT), cree que la crisis amenaza con incrementar el consumo y el pequeño tráfico de drogas en España
En la actualidad el consumo de sustancia ilegales en España es un fenómeno asociado al ocio, indicó también Castel-Branco, que afecta especialmente a jóvenes que consumen por diversión sustancias psicoactivas, cuyos riesgos no perciben.
Según datos de Sanidad, a parte del alcohol y el tabaco, el cannabis, cocaína y éxtasis son, por este orden, las sustancias ilegales más consumidas. El cannabis es la droga más extendida entre los estudiantes entre 14 y 18 años, que lo consumen en mayor proporción que la población adulta. Esta droga es, junto a la cocaína, la que ha experimentado un mayor crecimiento en los últimos años.
La prevalencia de consumo del cannabis se ha duplicado en los últimos 10 años, pasando del 18% en 1994 a un 36% en 2004, mientras que la de la cocaína se ha multiplicado por cuatro, del 1,7% al 6,8%. El consumo de anfetaminas, éxtasis o drogas de síntesis y alucinógenos esta estabilizado o en descenso.
Sin considerar el tabaco, la droga percibida como más accesible por los estudiantes es el alcohol, seguida del cannabis y de los tranquilizantes. En 2004 un 93,8% de los estudiantes de 14-18 años considera que es fácil o muy fácil conseguir bebidas alcohólicas, un 71,8% cannabis y un 67,3% tranquilizantes.
La cocaína es la sustancia psicoactiva ilegal más consumida, con una edad media de inicio de 15,1 años. La edad media de acceso al alcohol y tabaco es de 13-14 años y la de acceso a consumo de drogas ilegales, de 14-15 años.
El uso de sustancias de origen vegetal se remonta a la época prehistórica, y es conocido en todas las culturas. Muchos de los fármacos empleados hoy replican sintéticamente o aíslan los principios activos de remedios vegetales tradicionales. La parte de la planta empleada medicinalmente se conoce como droga vegetal.
Para algunos jóvenes, las drogas convencionales (alcohol, cannabis o cocaína) no son suficientes. Buscan la novedad y, si la nueva droga es catalogada como “natural” y está a “buen precio” en esta época de crisis, tanto mejor.
Es el caso de las “setas”, la “belladona”, “la mandrágora” y el “estramonio”. Su uso se basa en la búsqueda de los efectos alucinógenos que se derivan de su consumo. En estos casos se da una especial peligrosidad por una serie de factores: muchos de los nuevos consumidores apenas tienen conocimientos sobre ellas, no saben cuáles son las dosis “correctas”, cuál es la duración de los efectos y con qué no debe combinarse. Además, frecuentemente, el consumo de estas drogas minoritarias se combina con otras mayoritarias, lo que puede resultar explosivo, ya que se pueden potenciar los efectos de las drogas y sus efectos tóxicos.
También se “inventan” nuevas vías de administración, que aportan novedad a las drogas clásicas. Tal es el caso del chupito de alcohol vaporizado (“oxy shots”): inhalar alcohol a través de un tubo. El objetivo es emborracharse rápido y barato, aspirando mediante una boquilla oxígeno que ha pasado a través de una bebida. Tras ello, el alcohol pasa por las vías respiratorias hasta los pulmones, donde se absorbe y pasa a los vasos sanguíneos hasta llegar, finalmente, al cerebro provocando una rápida borrachera.
Estos consumos son altamente peligrosos, por pasar el alcohol directamente a la sangre sin haber pasado antes por el hígado, lo que incrementa el riesgo de daño cerebral y aumenta el peligro de coma etílico.
Las llamadas “nuevas drogas ecológicas” y las nuevas vías de consumo, tienen por objeto satisfacer la curiosidad y la búsqueda de nuevas experiencias entre los consumidores, desde la idea de que lo natural no es dañino para la salud. Nada más lejos de la realidad: su consumo puede acarrear serias consecuencias para la salud física y psíquica.
El modelo de consumo de estupefacientes ha cambiado en las últimas dos décadas. Antes estaba muy vinculado a fenómenos de marginalidad y exclusión, desde mediados de los noventa, a ese entorno de marginalidad se ha unido un uso recreativo.
A pesar del conocimiento cada vez mayor por parte de los usuarios sobre sus efectos y riesgos, hay también un descenso en la percepción de la gravedad que supone el fenómeno de las drogas.
Fuente: UNAD
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