La aparición del cannabis de cultivo nacional, la denominada nederwiet (hierba holandesa), ha dado un vuelco al pragmatismo que ha regulado desde 1976 las drogas blandas en el país. La nueva hierba afecta más al cerebro. Los ‘coffeeshops’ serán solo para socios
Con una política de información, prevención, tratamiento y control del daño causado por los narcóticos, ese año fue despenalizada la venta y consumo de cannabis. Poco después surgieron los famosos coffeeshops, el establecimiento hostelero made in Holland por excelencia. Libres de alcohol y tragaperras, dentro puede adquirirse y fumar hasta cinco gramos de marihuana. Fuertemente regulados para evitar la venta a menores, hay 650 en todo el país. Sobre el papel, la decisión del legislador de separar así el mercado de drogas blandas y duras parecía funcionar. Sin aumentar el consumo, la venta tolerada de marihuana evitaba que el comprador acabara en el mercado negro. La nederwiet ha cambiado las cosas.
No solo ha convertido los coffeeshops en centros difíciles de manejar. Con el tiempo, ha propiciado la afloración del crimen organizado. Para librarse de las mafias locales, algunos dueños han optado por cultivar la marihuana ellos. O bien encargarla a gente de su confianza. Ante la evidencia de que la holandesa es mucho más fuerte que la de importación, el Gobierno se ha adaptado a la realidad. En nombre de la salud pública, a partir de la próxima primavera el cannabis con una concentración de tetrahidrocannabinol (THC), su principio activo, superior al 15%, será considerado droga dura. No podrá venderse en los coffeeshops, que se arriesgan al cierre si vulneran la norma. Los análisis de sus existencias —guardan hasta un máximo de 500 gramos— serán frecuentes, y deberán informar al comprador del origen del producto. Las tres cuartas partes de la droga cultivada en Holanda —donde hay 40.000 cultivos de marihuana que generan, al año, unos beneficios de 2.000 millones de euros— tiene una concentración de THC entre el 15% y el 18%. La importada no supera el 6,6%, según un análisis del Instituto Trimbos, especializado en salud y adicciones. De modo que la tolerancia exhibida durante décadas por la policía llega a su fin.
La decisión ha venido precedida de un informe oficial que apunta al “aumento del riesgo de dependencia y trastornos psicóticos del cannabis fuerte”. Margriet van Laar, coordinadora del estudio que evalúa anualmente el uso de drogas en Holanda, señala que los más jóvenes “aficionados a la maría fuerte, pueden sufrir efectos adversos”. “Si un adolescente fuma mucho, la droga interfiere en el desarrollo de su cerebro. Puede derivar en una dependencia asociada a desórdenes mentales. Además de combatir el crimen, la nueva política trata de proteger a los más vulnerables. Se ha visto que los fumadores de poca edad tienen antes otros problemas, ya sean familiares, personales o de marginación”, dice, desde el Instituto Trimbos.
Un estudio publicado en octubre de este año por el Journal of Neuroscience, y efectuado por neurólogos de la Universidad británica de Bristol, observó “comportamientos distorsionados semejantes a la esquizofrenia”, en ratones inyectados con una sustancia que simula el efecto del THC. Entrenados para buscar comida, no podían decidir si hacerlo a derecha o a izquierda al llegar a una bifurcación en un laberinto. La zona del cerebro responsable de la memoria y la toma de decisiones había sufrido una alteración. “Las personas sanas pueden presentar síntomas como los esquizofrénicos debido al THC”, escribe Matthew Jones, principal investigador del trabajo. Otros análisis ya habían detectado problemas pasajeros de concentración, memoria y coordinación, después de fumar marihuana.
El debate sobre los efectos médicos del cannabis está lejos de cerrare. Un informe conocido ayer, publicado en The Journal of the American Medical Association, señala que los daños en el pulmón del cannabis son menores a lo esperado. Un estudio que comparó a fumadores crónicos de marihuana con los que solo consumen tabaco no encontró más tendencia entre los primeros a desarrollar males como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, ni un peor funcionamiento del órgano. Una explicación que manejan los autores es que el THC perjudique menos el pulmón por sus efectos antiinflamatorios.
Otra cosa, sin embargo, son sus efectos en la mente. Según el instituto Jellinek, dedicado al tratamiento y prevención de toxicomanías, “una cierta predisposición genética a la esquizofrenia, unida al uso de marihuana, aumenta el riesgo de padecer la enfermedad”. “No está demostrado que en personas sin ese factor genético favorable vaya a desarrollarse”, subraya la documentación del centro. Y continúa: “Si el uso intensivo se prolonga más de una década, la memoria puede resultar dañada para siempre. A su vez, parece posible que los usuarios muy jóvenes sufran problemas de memoria a largo plazo”. Datos del propio Jellinek señalan que los holandeses empiezan a consumir cannabis hacia los 14 años. Entre los 20 y los 24 años se produce un pico. Este baja significativamente a partir de los 30-40 años. En 2009, el Ministerio de Justicia calculó que unas 363.000 personas entre 15 y 64 años habían consumido cannabis. El grupo con problemas de adicción oscilaba entre 24.000 y 46.000 ciudadanos. Holanda tiene 16 millones de habitantes.
“Hay que poner las diferentes cifras en perspectiva. Los estudios epidemiológicos suelen señalar a España como el principal país consumidor de cannabis y cocaína”, continúa Van Laar. “Hay un dato sin contrastar, pero posiblemente cercano a la realidad, y es que cerca del 80% de la nederwiet se exporta. Así que fuera también piden una hierba de gran potencia”. En un sondeo de 2009 aportado por Jellinek, y relativo al consumo de marihuana, un 7% de la población admitió haberla usado (un mes antes de la consulta) en España, Estados Unidos e Italia. Le siguen Francia e Inglaterra, con un 5%. Holanda aparece después, con un 4%. Tras ella Irlanda y Bélgica, con un 3%. En Alemania, Austria, Portugal, Noruega y Finlandia dijo haberla usado un 2%. Suecia y Grecia están a la cola, con un 1%.
“La decisión oficial está clara porque regula la venta al público del cannabis fuerte. Pero la trastienda sigue sin arreglarse. Se mantiene el dilema del consumo legal frente a un cultivo perseguido por la justicia. Y este Gobierno de centro-derecha ya ha dicho que no quiere hacer experimentos con lo que es, en realidad, una paradoja legislativa”, concluye la experta. En puridad, la paradoja se deriva de una laguna jurídica. La Ley del Opio holandesa prohíbe la producción, posesión y tráfico de drogas, duras y blandas, pero no penaliza el uso recreativo del cannabis. Es decir, si bien cultivarlo para su venta es ilegal, puede comprarse sin problemas en un coffeeshop. En la práctica, los dueños se abastecen en un mercado ilícito, pero la policía no les molesta si cumplen las reglas impuestas a sus locales.
A lo largo del tiempo, han proliferado los cultivos de hierba holandesa en invernaderos clandestinos, viviendas, terrenos agrícolas y hasta sótanos. A veces, el desmantelamiento de una plantación encubierta se ha producido por casualidad. Los recibos del agua y la luz eran excesivos, y la policía, al entrar, halló pisos enteros forrados de plantas regadas por aspersión e iluminadas sin pausa. Otras veces, la marihuana estaba camuflada entre unos maizales. También algunos dueños de coffeeshops han recurrido a sembrar la cantidad necesaria para su venta particular. Sin olvidar la sorpresa constante de los turistas al comprobar que el mercado de las flores de Ámsterdam vende bolsas de semillas de marihuana. La policía no interviene porque el delito es cultivarla.
Todo ello es perseguido por las fuerzas del orden, que recuerdan las penas impuestas para el tráfico, cultivo, fabricación, transporte y venta de drogas blandas (y duras): hasta 4 años de cárcel (12 con las duras) o 74.000 euros de multa. La posesión de más de 30 gramos de cannabis puede acarrear dos años de prisión, o 18.500 euros de sanción. Hasta 30 gramos, un mes de reclusión o 13.700 euros. “La paradoja es un hecho. Pero cambiar la legislación requiere un acuerdo político que no parece posible de momento”, admite Martijn Bruinsma, del Ministerio de Justicia.
“Considerar el cannabis fuerte una droga dura servirá para controlar mejor la situación. Que el producido en Holanda tenga porcentajes tan altos de THC responde a los procesos de manipulación de la planta. Los coffeeshops saben lo que venden y la responsabilidad es suya”, añade. Su jefe y titular del ministerio, Ivo Opstelten, lo dijo muy claro en noviembre pasado: “Si no pueden medir el THC, tendrán que cerrar los establecimientos”.
Justicia no cree que los controles previstos arrojen al cliente al delito. “Los ciudadanos quieren fumar marihuana seguros y relajados. No en lugares lúgubres y peligrosos. Tampoco los turistas, que para eso ya tienen el circuito ilegal en sus países”, sentencia Bruinsma. Con su relativo silencio, apenas unos zumos y frutos secos a la venta, vigilancia (es preciso mostrar el pasaporte), y tablones con precios y variedades claros, los coffeeshops pretenden conservar su imagen de lugares de confianza. El dibujo de una hoja de maría en el cristal de la ventana suele ser la única huella externa de la naturaleza del lugar.
Pero ninguno puede evitar el efecto llamada, la clientela excitada y los problemas derivados del merodeo de grupos variopintos por los alrededores. Hay turistas europeos que fuman y se marchan del local sin rechistar. Cuando el viajero llega de Estados Unidos, por ejemplo, la sorpresa de tomar a la luz del día una droga que en su país les llevaría a la cárcel, suele ser más sonora. Otra paradoja, esta vez causada por la aplicación de la Ley del Tabaco, impide fumarlo en el interior. Solo se permite hachís. (Para los que quieran comparar el rastro dejado en el organismo por ambos productos, en Jellinek calculan que cuatro porros equivalen a 20 cigarrillos).
De modo que el complemento de la nueva normativa sobre el cannabis, conllevará aún otro cambio. El coffeeshop se transformará en un club para socios con carné. El pase será solo para ciudadanos con pasaporte holandés, o bien permiso de residencia. Un circuito cerrado que el Gobierno utilizará para atajar el creciente turismo de la droga. “El Tratado de Schengen abre las fronteras de la UE, pero también exige un control de este tipo de visitantes”, recuerdan en Justicia. En Maastricht, que linda al sur con Bélgica y Alemania, el flujo de extranjeros es muy visible. En especial los fines de semana. Con locales tanto en tierra firme como en barcos atracados en el río Mosa (Maas), que da nombre a la ciudad, el Consistorio ha pedido más tiempo para ponerse al día con los carnés. “Por su posición geográfica, contener las visitas llevará tiempo”, explican fuentes ministeriales.
¿Qué piensan de todo esto los vendedores? La Asociación Nacional de coffeeshops asegura que no puede controlar al detalle el producto. Con todo, es favorable a los controles de calidad, “siempre que podamos participar”. La asociación para la abolición de la prohibición del cannabis, por su parte, teme que la aparición de un mercado paralelo para la variedad fuerte que el Gobierno quiere erradicar. También alega que la proporción de THC varía de una planta a otra, y los análisis obligatorios de muestras de droga pueden ser difíciles de hacer.
En este panorama de endurecimiento legal, permanece intacta la venta de cannabis medicinal, aprobada en 2003. Producido por cultivadores aprobados por el Gobierno, es recetado por los médicos para aliviar la rigidez muscular de la esclerosis múltiple, el malestar de la quimioterapia del cáncer, y los dolores crónicos del sistema nervioso, entre otros. Los partidarios de la despenalización completa del cannabis, se preguntan si no podría arbitrarse una fórmula parecida, que permitiera sembrar varias plantas por persona. La respuesta oficial ha sido negativa. “Cualquier cultivo ajeno a Bedrocan, la empresa autorizada para fabricar la droga de uso médico, está prohibido”. Bedrocan sí puede exportarla, de acuerdo con la Oficina Estatal del Cannabis Medicinal. Italia, Alemania, Polonia, Israel, Estados Unidos y Canadá figuran hoy entre sus clientes con fines terapéuticos.
Fuente: El País
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