El «Centro de Día Crisàlide», servicio gestionado y dirigido por la Fundación Salud y Comunidad (FSC) en Barcelona, ha recorrido un largo camino desde sus inicios como un modesto taller ocupacional, hasta convertirse en un espacio de referencia para la atención integral de personas con adicciones. Este centro no solo ha crecido en recursos y calidad de servicios, sino que se ha transformado en un lugar muy valorado por las personas usuarias, y demandado por los centros derivadores. En este servicio, el enfoque centrado en la persona y la importancia de generar un vínculo saludable con el equipo y el propio grupo han demostrado tener un impacto directo en la mejora significativa de las personas que participan del espacio.

«Crisàlide» nació como un taller ocupacional, con el objetivo de ofrecer a las personas en proceso de recuperación un espacio seguro, tranquilo y amable, en el que pudieran desarrollar habilidades básicas, mantenerse activas y ocupadas, así como sentirse útiles. En sus primeros años, la intervención se centraba principalmente en actividades manuales y formativas, con la intención de aportar estructura y propósito a las vidas de las personas que acudían al centro, ofreciéndoles al tiempo un lugar tranquilo y de refuerzo positivo. Este modelo fue efectivo como punto de partida, pero con el tiempo quedó claro que las necesidades de las personas usuarias eran más amplias y complejas.

Las adicciones no solo afectan la conducta de una persona; también impactan profundamente en su esfera emocional, cognitiva y social. Por ello, el equipo profesional de «Crisàlide» comenzó a explorar formas de ofrecer una atención más integral y transformadora.

El verdadero punto de inflexión para el centro llegó cuando su equipo adoptó un enfoque centrado en la persona, priorizando el bienestar emocional como base para cualquier otra forma de recuperación. Este cambio implicó una ampliación de los servicios ofrecidos, integrando el acompañamiento terapéutico individualizado y grupal de forma sistemática, adoptando los principios y técnicas de la entrevista motivacional como filosofía y funcionamiento, y aumentando las actividades realizadas para poder abordar, de forma mucho más amplia, toda la complejidad del problema de la adicción. Así se fueron incluyendo, de forma gradual, múltiples actividades que intentan incidir en todos los ámbitos afectados de la vida de la persona, promoviendo la autocomprensión, la resiliencia y la autoestima.

Este enfoque fue acompañado por un reconocimiento de la relación directa entre lo emocional y lo cognitivo. Las personas con adicciones a menudo presentan dificultades para concentrarse, tomar decisiones o gestionar conflictos. Sin embargo, cuando se sienten emocionalmente apoyadas y comprendidas, su capacidad cognitiva mejora significativamente. Esta toma de conciencia, reforzó el compromiso del centro con la creación de un entorno seguro, cálido y respetuoso, en el que las personas pudieran sanar a nivel emocional para luego progresar en otras áreas de su vida.

Hoy en día, «Crisàlide» no es solo un centro de día; es un hogar emocional. Las personas usuarias destacan el clima de confianza y empatía que se respira en el espacio. Cada actividad, desde los talleres de desarrollo personal hasta las sesiones de apoyo grupal, está diseñada para fortalecer tanto la mente como el corazón.

Todo ello nos hace pensar que el éxito del centro radica en su capacidad para construir relaciones humanas auténticas y en el reconocimiento de que la recuperación no es un proceso lineal, sino un viaje lleno de altibajos. En este sentido, «Crisàlide» es un lugar donde las personas no solo trabajan en sus adicciones, sino también en reconstruir su identidad y su sentido de pertenencia.

Así pues, la evolución del servicio, de taller ocupacional a centro de día, es un ejemplo de cómo un enfoque integral y centrado en la persona puede transformar vidas. Más que un espacio de atención, «Crisàlide» se ha convertido en un lugar de esperanza, donde lo emocional se convierte en la clave para desbloquear el potencial cognitivo y humano de cada persona usuaria. Es un recordatorio de que, con empatía, dedicación y visión, es posible construir espacios que no solo sanen, sino que también inspiren.