Actividades que potencien la autoestima en los mayores y les hagan sentir útiles aumentan sus ganas de vivir y disfrutar
Fuente: Eroski Consumer (CLARA BASSI)
Los campamentos para mayores son una invención de una entidad cívica, vinculada a la Escola Pia de Catalunya. Tras una amplia experiencia en organizar campamentos para niños durante el verano, ha realizado esta primera edición en el albergue Jordi Turull, situado en el Valle de Pineta, en Bielsa (Huesca). Esta experiencia, realizada en septiembre de 2011, se repetirá en 2012. Pere Vilaseca, pedagogo y director de los Campamentos Jordi Turull, hace balance de cómo han contribuido al bienestar de los mayores.
Considera que, si bien no se pueden plantear las mismas actividades que para los más pequeños, tienen algunos elementos en común, como la posibilidad de aprovechar la naturaleza y la montaña. Las personas mayores pueden realizar pequeñas excursiones adaptadas a sus posibilidades y en grupo. «Algunas, que pensaban que no podían caminar más de 200 metros seguidos, se han sorprendido de poder hacer excursiones ligeras, acompañadas y mientras charlan con otras personas. Esta relación con la naturaleza es fuente de bienestar y de salud. No es un tópico, sino una realidad. Ponemos el énfasis en que tengan este contacto con la naturaleza, con actividades como el descubrimiento de estrellas al no haber contaminación lumínica ni atmosférica», expone Vilaseca.
Otra observación sorprendente es que también disfrutan de los juegos de pistas, tipo gincana. «Es curioso cómo se desinhiben, pierden la vergüenza y se relacionan entre sí», comenta. No obstante, estos campamentos de séniores tienen diferencias sustanciales respecto a las infantiles y los viajes organizados. Una de ellas es que se les permite autogestionar su tiempo libre. «Ellos deciden qué desean realizar, a partir de una lista de posibles actividades, como macramé, manualidades, ir a buscar piedrecillas para un collage o troncos para tallar un silbato o un bastón», cuenta Vilaseca. Otra diferencia importante es que «no se les da todo hecho». Si deciden hacer una barbacoa, se propicia que sean los protagonistas y se dividan las tareas (encender el fuego, cocinar, poner la mesa) «para elevar su autoestima y hacerles sentir útiles», añade. En definitiva, «estos campamentos son para sentir, tener ganas de vivir y compartir, a la vez que pueden pasárselo tan bien como sus nietos», apostilla.
Todas las orientaciones de psicología defienden que la personalidad se compone de tres partes -la del padre, la del adulto y la del niño- y que las personas se desenvuelven con una u otra según las distintas situaciones a las que se enfrentan. La parte padre es la de la prudencia, la que sale a escena al cuidar de los hijos o de uno mismo, o la que lleva a seguir las enseñanzas de los adultos. La parte adulta es la más equilibrada y amplia de la personalidad, que se saca en el trabajo y permite adaptarse a distintas circunstancias. Por último, «la parte del niño es la que permite disfrutar, reírse de las cosas, gastar bromas, ser creativos y originales», explica Mónica Dosil Pared, psicóloga de adultos y coordinadora de ISEP Clínic Castelldefels (Barcelona).
Sin embargo, con el paso de los años, esa parte infantil tiende a disminuir. Algunos adultos que de pequeños no pudieron ser niños, porque tuvieron que asumir ciertas responsabilidades, tienen más dificultades para disfrutar de esa faceta de la personalidad. Pueden ser personas más aburridas, serias, introvertidas y estáticas. En cambio, las personas cuyos padres les permitieron comportarse como niños, en su etapa adulta tienden a buscar más el disfrute y a ser más pasionales. «Nuestra parte niña es la más atractiva de la personalidad. A cualquier adulto le gusta disfrutar de una sonrisa, de algo divertido, es la parte de las ideas, de la diversión, de las bromas, de la alegría», explica Dosil.
UNA FACETA REPRIMIDA EN LOS MAYORES
Por desgracia, en la sociedad actual, a los adultos no siempre se les permite ser como niños. Es algo que se censura. A la persona que se comporta así se le tilda de alocada e inestable, salvo los cómicos que encuentran la forma de hacerla socialmente aceptable. Por ello, los adultos que se conceden un tiempo para disfrutar de esta parte niña a menudo reformulan la realidad mediante la lógica. Si practican deporte dicen que «es para cultivar el cuerpo o la mente», aunque en realidad sea para divertirse y relajarse.
Ahora bien, a medida que el adulto envejece, esta parte lógica pierde interés y vuelven a cobrar más importancia los sentidos. Esta tendencia explica que, cuando una persona se jubila, busque de nuevo hobbies y actividades. Un producto muy bien pensado para ayudar a las personas mayores a explotar su parte niña son los campamentos. Es una idea original, positiva y que se debería promocionar, igual que los campamentos de inglés para niños.
«No hay nada de ofensivo en proponer a los mayores hacer senderismo y otras actividades adaptadas, como compartir una comida o una cena. Tienen tiempo y derecho a disfrutar fuera de los centros sociales para ancianos. Además, por encima de los 50 años, hay muchas personas solas. Se oye mucho la queja ‘estoy solo’. Estas personas no buscan ligar, sino compartir una comida, una cena o un paseo en barco», destaca Dosil. En su opinión, estas actividades son una muy buena idea, «porque los adultos tienen esa faceta de la parte niña, aunque reprimida. Y esa es la faceta que nos conecta con la vida. Las otras son responsabilidades».
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