La Organización Mundial de la Salud (OMS) incluyó en el año 2002 el maltrato hacia las personas mayores como una problemática social y de salud. La competencia para realizar protocolos sobre violencia en personas de edad avanzada depende de cada comunidad autónoma, aunque no todas disponen de protocolos. En Cataluña, existe el Protocolo marco y orientaciones de actuación contra los maltratos a las personas mayores, redactado en el año 2012 por el Departamento de Bienestar Social y Familia de la Generalitat de Cataluña.
Existen diversos factores de riesgo en el maltrato a personas mayores. Cabe destacar que en muchos casos donde existen formas de maltrato, la persona agresora no es consciente de ello, ya que, en estos casos, la función de la persona cuidadora constituye un factor de tensión en la dinámica familiar. Además, en ocasiones, la persona cuidadora sufre estrés y acaba cometiendo algún tipo de maltrato de forma involuntaria por falta de herramientas o recursos.
Asimismo, en parte, el maltrato a las personas mayores se debe a una causa estructural y es la misma sociedad la que puede ejercer una discriminación basada en mitos y estereotipos sobre la vejez o en una relación desigual entre hombres y mujeres.
Mayoritariamente, el maltrato a personas de edad avanzada tiene lugar en el ámbito familiar, donde residen la mayoría. Debido a las desigualdades sociales y estructurales, las personas mayores también pueden sufrir malos tratos de sus parejas, en la mayoría de los casos, del hombre hacia la mujer. Esta violencia acostumbra a darse en todo el ciclo vital. Por tanto, también en la vejez.
Las familias cuidadoras en ocasiones adoptan ese rol con falta de información y estrategias para realizar los cuidados de personas con dependencia, ya sea física o psicológica. Existen casos en los que la familia no dispone de ayudas técnicas necesarias o soporte emocional, provocando que la atención que recibe la persona mayor, sea de forma involuntaria e inadecuada.
No obstante, el ámbito doméstico y familiar no es el único donde una persona puede ser susceptible de sufrir malos tratos. Cabe referirse al maltrato en el ámbito institucional que es definido como toda acción u omisión relativa a una persona mayor residente en una institución que causa perjuicio a la persona o que la priva injustamente de su independencia. Podrían ser ejemplos de maltrato institucional confinamientos no autorizados, contención mecánica, infantilización en el trato, despersonalización o privación de la intimidad.
Es muy difícil apreciar las señales de maltrato, porque la mayoría no son observables a simple vista. En este sentido y para poder detectar situaciones de alerta, existen los indicadores, una herramienta sencilla utilizada para valorar las características y la intensidad de un hecho para determinar su evolución. En caso de sospecha de malos tratos, se evalúan los indicadores mediante la observación con el objetivo de no intimidar ni la persona cuidadora ni la persona que sospechamos que puede sufrir malos tratos.
Por otra parte, existe el maltrato físico, psicológico y económico, si bien la negligencia es el tipo más común de maltrato en personas de edad avanzada, definiéndose como la falta de atención de las necesidades, existiendo un riesgo en la seguridad y la salud de la persona. Algunos síntomas de negligencia son úlceras por presión, malnutrición, deshidratación o aislamiento.
Algunos estudios apuntan que la obstinación diagnóstica, como la realización de pruebas para aumentar el conocimiento de una patología sin que se prevea una mejoría y la obstinación terapéutica, que utiliza medios desproporcionados para prolongar artificialmente la vida biológica de un paciente con una enfermedad irreversible, podrían considerarse también como formas de maltrato.
En la mayoría de los casos, la persona maltratada acostumbra a ser mujer, mayor de 75 años y con deterioro cognitivo o demencia. La persona maltratadora, en cambio, no dispone de los recursos materiales y/o económicos para hacer frente al cuidado. Actualmente, se ha llegado a la conclusión que las mujeres pueden sufrir abusos más graves o con más consecuencias físicas y emocionales.
Cabe señalar además que, debido al aumento de la esperanza de vida en los últimos años, muchas veces la persona cuidadora también es de avanzada edad, teniendo en muchos casos una leve discapacidad o dependencia que le impide desarrollar el rol de cuidador como lo había hecho hasta entonces.
Es de vital importancia también la concienciación, la visibilización y la formación, en relación con la violencia en personas de edad avanzada, para poderlas atender de forma adecuada y, de esta forma, tratar de erradicar la violencia hacia las personas mayores en nuestra sociedad.
Hèlia Salleras Padern,
Trabajadora social de la Residencia y Centro de Día “Els Arcs” de Figueras (Gerona), servicio gestionado y dirigido por la Fundación Salud y Comunidad (FSC), de titularidad de la Generalitat de Cataluña.
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