Este artículo tiene su origen en el intercambio de correos electrónicos que semanalmente se ha realizado desde el inicio del estado de alarma, entre el equipo directivo del área de atención a la dependencia y de atención a la infancia y adolescencia de la Fundación Salud y Comunidad (FSC) y los/as responsables en la dirección de los servicios gestionados. Este intercambio, que se iniciaba cada viernes a partir de una solicitud de información cuantitativa sobre la afectación de la COVID-19 en cada servicio, se iba enriqueciendo semana tras semana con reflexiones, estrategias, retos… que todos los intervinientes iban aportando.

Ahora que varios de estos servicios, por sus características, van a retornar a un funcionamiento similar al que tenían antes del estado de alarma, se ha considerado relevante dar a conocer algunas de las reflexiones, emociones y actividades compartidas, así como trasladar, a modo de epílogo de esta fase, aquellas palabras, frases, valores, “imágenes” … que desde los recursos asistenciales nos han sido trasladadas y que, para ellos, representan su sentir durante estas últimas semanas.

Estas palabras, frases, valores… se han resaltado en negrita –ya lo sentimos, pero por la extensión de la que disponemos, no hemos podido incluir todas las que nos han sido remitidas desde las decenas de servicios gestionados– para que los diferentes centros/servicios se pudieran sentir representados al leer este texto que pretende ser un homenaje a todas aquellas personas que están tras los balcones y ventanas de nuestros centros: trabajadores/as y personas atendidas.

20.00 horas. La imagen se repite diariamente durante las últimas semanas –diez, para ser exactos- en muchos balcones y ventanas de todo el territorio nacional. La ciudadanía reconoce con un sentido aplauso la labor que desempeña el personal sanitario en los hospitales para hacer frente a la COVID-19.

En ocasiones, estos aplausos se han dirigido a otros colectivos. Puntualmente, a los/as profesionales de las residencias para personas mayores –un sector que ha sido injustamente tratado, seguramente el que más, durante el desarrollo de esta crisis sanitaria-, pero ya volveremos a ello más adelante, si bien no se sabe, se desconoce, si se ha tenido presente a otros sectores de la intervención social y/o socio-sanitaria. Un sector al que pertenecen la mayoría de los servicios que gestiona nuestra entidad. Bien, tampoco es que este reconocimiento sea el que esperan los trabajadores/as que intervienen con las personas más “frágiles” de nuestra sociedad, aquellos/as que están en la “primera línea”, aquellos/as que tienen más riesgo de contagiarse ¿verdad que no lo esperabais?

Y no, no lo podían esperar porque estos/as profesionales que perciben unos salarios, en un porcentaje elevado de los casos, en base a unos convenios que no compensan suficientemente su trabajo y dedicación, lo han dado todo, lo siguen dando. Ya lo daban y lo seguirán dando. Muchos/as de ellos se dedican a ello por vocación; otros, con el paso del tiempo, han llegado a amar su profesión –la sonrisa de un niño/a, la mirada de una persona mayor, la sensibilidad de un “campeón”, el abrazo de una persona agradecida, la lección de vida y solidaridad de una persona migrante…- lo cual tiene mucho que ver para que muchos de los trabajadores/as de estos servicios se sientan reconocidos, valorados. Ellos y ellas se saben importantes, las personas usuarias de los centros que gestionamos (servicios de atención a menores, mayores, personas con diversidad funcional, con patología mental…) así se lo transmiten.

Durante estas semanas, se ha compartido entre los centros, con la mayor vocación solidaria, absolutamente de todo. Así, lo ha trasladado el personal de un centro a otro porque uno de ellos lo necesitaba por la situación del recurso; otros/as profesionales, sencillamente ¿sencillamente?, han cambiado de colectivo de actuación y han pasado de la mañana a la noche de intervenir con personas mayores en un hogar para personas jubiladas a atender a personas sin techo en un albergue. ¡Y lo que hemos aprendido de ellas! nos decían emocionados y agradecidos.

Desde algunos centros se han enviado EPIs a otros sin preguntar el motivo ni esperar que los mismos fueran devueltos en el futuro –¡Ya tenemos EPIs! -, esta, sin duda, ha sido una de las frases que ha sido entonada con más fuerza e ilusión estos días. Si se desarrollaba un Plan de Contingencias, este se compartía para que otros compañeros/as se encontraran con gran parte del trabajo hecho; se enviaban mensajes de ánimos por carta desde los centros de menores a los más mayores ¡Qué ejemplo han dado los más pequeños!; los mayores devolvían el agradecimiento con palabras llenas de sabiduría y ternura a los más menudos ¡Otro gran ejemplo, lo más damnificados por la COVID-19, animando a los que menos les afecta!; se “competía” en la elaboración de vídeos repletos de mensajes optimistas que han invadido las redes sociales ¡Qué energía nos han dado cuando las fuerzas flaqueaban!, pero la unión hace la fuerza, nos decían … Sí, fuerza, unión y mucha esperanza nos han transmitido todos los vídeos que nos han ido llegando. Y es que, con la música, hasta los caminos más duros parecen agradables.

Pero, ¿qué más nos han transmitido durante estas semanas los compañeros/as de estos centros y servicios? Todos, sin excepción, han destacado, en el caso de los servicios de atención a niños, niñas y adolescentes, que “el comportamiento ha sido súper bueno, ha sido excepcional”, que “los equipos han caminado al cobijo del corazón de los más pequeños y de sus sonrisasy los menores se han dejado guiar”; sí, parece que el confinamiento ha sido el espaldarazo que se necesitaba en algunos equipos para que tanto el grupo de niños/as y adolescentes como el grupo educativo se unieran y ambos –“la mar de unidos”-, menores y profesionales, dieran valor a cuestiones a las que habitualmente no se les da importancia.

Un hecho común ha sido que, desde los más pequeños a los más mayores, todos alejados de sus familias, han sentido a nuestros compañeros/as como más próximos. Por eso, no ha faltado nunca un “Te echábamos de menos” cuando se volvía al trabajo después de unas jornadas de descanso o se volvía al día siguiente, cuando se regresaba a un domicilio a prestar un servicio a una persona que durante semanas solo ha visto “la cara amiga”, en ocasiones, escondida detrás de una pantalla, de una de nuestras compañeras … y, como “nuestra familia” es grande también, es cierto que, en ocasiones, en algunos equipos se ha tenido sensación de “soledad y decepción” porque no siempre, las menos, los compañeros/as, el EQUIPO –una palabra de las más repetidas en todos los centros como elemento clave para sobreponerse a las adversidades- no ha acompañado.

Y es que el miedo, la responsabilidad, la tristeza también ha podido atenazarnos en algunos momentos. Somos humanos y buenos profesionales, pero no “héroes”, como en ocasiones nos han querido hacer ver. Es el caso de una frase que recibimos de un menor de 5 años que nos llegó al corazón, aunque quizás algo en común tengamos con estos “héroes”, pues, como a muchos de los mismos, nos “pica” el bicho y volvemos a trabajar en el centro, y si no se puede, trabajamos desde casa.

Somos, como nos decía un compañero, “expertos en la gestión del miedo, de nuestros miedos” ¡Cómo no vamos a saber gestionar el miedo y la ansiedad que nos ha generado esta nueva situación! Poco a poco, nos hemos adaptado a la misma. El afecto y cariño que se ha generado en todos los centros han sido la clave para adaptarnos a esta nueva situación: adaptación, sí, otro concepto en el que hay consenso entre los equipos y que merece ser destacado. Sí, todos hemos aprendido en estos días, como hemos podido leer en alguna ocasión, que en la vida no se trata de esperar a que pase la tormenta, se trata de aprender a bailar bajo la lluvia por más que sintamos impotencia o, incluso, tristeza frente a situaciones que no podemos controlar y de esto último, algunos equipos han aprendido mucho y, seguramente, ahora son los que están más preparados para cuando este virus vuelva a llamar a la puerta o quiera entrar por nuestros balcones y ventanas.

En unos momentos complejos, convulsos en algunos casos, en los que los procedimientos que nos llegaban –contradictorios en muchas ocasiones y que nos hacían, a veces, más difícil la toma de decisiones- inundaban nuestro buzón de correo, los/as profesionales y las personas usuarias han sido capaces de entender, por más miedo que se pudiera tener o inseguridad en las respuestas a dar por ser nuevas, que cada día era un nuevo comienzo, en el que solo la empatía, la solidaridad, la ayuda mutua y nuestra propia competencia como equipo permitirían superar todos los obstáculos que fueran surgiendo.

Unos obstáculos que se sorteaban al ritmo de rap en unos centros y nos sacaban una sonrisa y, en otros, al ritmo que marcaba Rubén Blades -con un genuino acento mañico- y su sentido canto a la solidaridad, “No estás solo, no estás sola”, nos recordaban una y otra vez. En cada recurso se destacaba que cada una de las personas que en el mismo convivían lo daban todo, sin esperar nada, que todas parecían haberse puesto de acuerdo para ya no dejar pasar oportunidades en su existencia, en aprovechar la vida – ¡Carpe Diem! se exclamaba en muchos centros-, a vivir cada instante, como si a este no le siguiera otro.

Sí, si de algo nos debe servir esta etapa que nos ha tocado vivir -si somos coherentes con lo que nos hemos viniendo diciendo estas semanas- es que hemos empezado a ser conscientes de que las buenas cosas ocurren todos los días y que solo nos tenemos que dar cuenta de ellas, de que existen y de que, en ocasiones, nos ha de bastar con saber que “amanece, que no es poco” o basta con creer, pues es posible que “cualquier noche puede salir el sol”.

 Sí, ¡hay que creer, ilusionarse! Hemos podido hacer un alto en el camino para valorar “esas pequeñas cosas”, que decía el poeta. Hemos podido encontrar tiempo, un gran tesoro tiene aquella persona que sabe valorarlo y compartirlo. Un tiempo que nos ha permitido llamar a aquellos socios de hogares y de centros de día y recordarles que nos importan, que nuestro compromiso, nuestra responsabilidad con los nuestros, siempre está, pues ellos han sido de los primeros damnificados en no poder ser atendidos/as, ya que sus centros fueron los primeros en cerrarse, y siguen con las puertas cerradas y sin fecha de inicio en su mayoría, aunque ellos siguen necesitando que se les atienda, siguen necesitando ver a sus amigos/as y conocidos pero ellos también han sabido esperar.

¡Solo ha sido una parada en el camino!, nos íbamos diciendo al oído los unos a los otros. Seguro, nos han dicho muchos compañeros/as, que nos servirá para ser mejores y tomar impulso para conseguir los objetivos previstos. Unos objetivos que, en muchos casos, serán nuevos. Nos reinventaremos.

 Hemos visto en estas semanas lo que nunca hubiéramos imaginado ¡Cómo olvidar el autocontrol de una familia en uno de nuestros programas de acogida!, concretamente, en el momento de la presentación de su hijo de un año, teniendo que mantener la distancia, sin un solo abrazo, ¡sin un solo abrazo!, “con el poder que todos sabemos que tienen los abrazos”, sin…! ¡Maldito COVID-19!…

¡Y cómo olvidar las llamadas a las familias tras tantas semanas sin verse! ¡A mayores y menores les ha unido el uso de la tecnología! En el caso de los mayores, a ritmo de la música con la iniciativa “Ringsistiré” que se ha instaurado en los centros de las personas más dependientes para combatir la soledad y, a la vez, tranquilizar a las familias. ¡Cuánto hemos aprendido en estas conversaciones familiares! ¡Cuánto agradecimiento infinito les debemos por todo el trabajo que nos han reconocido! ¡Gracias, familias! Todos, todos juntos, en cada centro, y en la medida de las posibilidades de los propios servicios, hemos demostrado que profesionales, personas usuarias y familiares podemos ser, somos, una gran familia.

Los juegos también han sido una constante. Juego o reto que se proponía, juego o reto que era “cogido al vuelo” desde los servicios a cada cual más solidario, pero entre todos los juegos y actividades que se han llevado a cabo, y eso que tantos días encerrados entre paredes han dado para mucho, queremos destacar una de las imágenes más entrañables que nos han deparado estos días de confinamiento.

Nos referimos a la imagen de una menor de unos 10 años en una sala de espera de un hospital poco antes de una revisión médica. Esta menor juega con su directora a un juego al que hemos jugado muchos/as, las palabras encadenadas, pero unas palabras que, para la mayoría de la sociedad eran desconocidas o tenían otro significado antes del confinamiento. La pequeña empieza el juego con la palabra “Resistiré” (una canción que ha sido, es, el himno del estado de alarma).

La directora replica con la palabra “Resiliencia”, a la vez que le explica a la niña que es la capacidad que ella demuestra diariamente para seguir hacia adelante por más difícil que sea el camino a recorrer. Ella aún no es consciente, aunque es practicante avanzada de la misma, que la resiliencia se aprende, aunque requiere del esfuerzo continuo. La menor le contesta con un lacónico “Aburrido”, la directora sonríe, y se lo admite, aunque no haya escogido la sílaba entera.

¡Cuántas veces se ha repetido esta palabra en los centros y cuánta creatividad hemos tenido que generar para revertir esta situación!; la directora no puedo menos que acordarse de la palabra “documentos” por la de veces que en estas semanas ha tenido que enviar protocolos, archivos, datos… a la Administración; la niña ni se lo piensa y replica con un monosílabo “tos”. ¡Qué escalofrío nos ha entrado a todos/as cuanto estos días oíamos toser a alguien en un centro! Si era un compañero/a ya sabíamos que suponía una posible baja, aunque fuera preventiva; si era una persona usuaria, irremediablemente, suponía aislamiento… por suerte para la directora, justo en ese momento, cuando ya pensaba que la espera era un “tostón”, le hizo pasar un enfermero a la consulta y no tuvo que continuar buscando palabras. Fin del juego.

Pero no todas las experiencias, aun teniendo presente la complejidad existente, han sido gratificantes por mucha implicación que pusiera el equipo, por más esfuerzo que se dedicara, pues era necesario que la suerte también nos acompañara y esto no ha sido siempre así.

No, en ocasiones, las experiencias han sido crueles y nos han puesto realmente a prueba como profesionales y como personas. Por eso, le pedimos permiso al lector/a que, en las próximas líneas, nos permita, como avanzábamos al inicio de este texto y por ser uno de los temas más recurrentes que hemos comentado en muchos de nuestros correos electrónicos, llamadas y videoconferencias –y también presencialmente, tras la visita a centros-, analizar el maltrato al que ha sido sometido el sector de la atención residencial de las personas mayores dependientes – muchas de ellas personas con más de 80 años que presentan pluripatologías importantes que afectan seriamente a su salud, muy precaria-, y en la que este maldito virus ha encontrado su principal “grupo diana”, al ser el colectivo con mayor tasa de fallecimiento de nuestra sociedad. Un maltrato que ha tenido como protagonista a diversos agentes sociales de nuestra sociedad, entre ellos, a diversos dirigentes políticos y a algunos medios de comunicación, si bien otros han hecho una buena cobertura.

Por todos es conocido que, en las residencias de personas mayores, y por desgracia, en alguna de las que gestionamos, no se ha podido esquivar del todo este virus, han fallecido personas y algunos compañeros/as se han contagiado. Y si la presión asistencial a la que se han visto sometidos los/as profesionales de estos equipamientos ya no fuera alta de por sí, han tenido que ver que la misma llegaba a límites insufribles porque, de forma interesada, sí, interesada y muy triste, se desviaba la atención de los déficits sanitarios generalizados en el país, seguramente por falta de previsión de nuestras administraciones públicas para enfrentarse debidamente a la pandemia. Para referirse, mientras las personas iban falleciendo por no poder ser atendidas debidamente en la red sanitaria, sobre todo a las residencias como centros que debían ser fiscalizados, intervenidos, en las que los gestores eran considerados, en el mejor de los casos, como negligentes, y alimentando falsos debates –que siempre encuentran sectores de nuestra sociedad a los que les puede interesar- sobre la gestión pública y privada.

Y todo ello, sin tener presente que estos recursos no forman parte del sistema de salud público, que son sociales y no sanitarios pues no son centros medicalizados y que los/as profesionales, todos –equipos directivos, médicos/as, enfermeros/as, psicólogos/as, trabajadores/as sociales, animadores/as sociales, auxiliares, cocineros/as, limpiadores/as, recepcionistas…- estaban atendiendo con una escasa ratio asistencial, especialmente en las primeras semanas de la pandemia, con unas EPIs escasas o inadecuadas en el mejor de los casos; sin la posibilidad de disponer de pruebas diagnósticas; con la imposibilidad de derivar a los/as residentes a los hospitales por la existencia, o no, de protocolos que no priorizaban la atención hospitalaria de este colectivo; con una escasa posibilidad de encontrar personal cualificado, e incluso no cualificado, que pudiera trabajar ante las numerosas y generalizadas bajas laborales –decenas- que se iban produciendo, tanto por contagio por COVID-19 como por otros motivos…

Bien, bajas que, en muchas ocasiones, se han otorgado sin ver al paciente. Un personal que ha visto que no podía más que “acompañar” hasta el último aliento en la soledad de una habitación, y sin familiares presentes, a las personas atendidas. Una situación especialmente dura que le ha tocado vivir a los/as profesionales de este sector en el conjunto del estado y también, a algunos/as de nuestros compañeros/as en alguno de los centros que gestionamos.

Sí, los/as profesionales de las residencias han tenido que llevar a cabo una tarea que no les es propia y que debía ser asumida por el sistema sanitario por el “simple” hecho de que, en muchas provincias de nuestro territorio nacional, no cumplían los criterios de admisión –cribaje- para ser derivados a los hospitales. “Solo” por hechos como el que acabamos de describir ya merecen nuestro reconocimiento. Gracias, gracias, gracias… para ellos/as, nuestro aplauso, un aplauso para “los nuestros” que han sabido estar detrás de los balcones y salir aplaudir, cada día a otros, cuando a ellos y a ellas les faltaban manos.

Y otro gran aplauso colectivo para cada uno/a de los profesionales, sea cual sea su función, de cada uno de los servicios que gestionamos, ellos y ellas se lo merecen, nos lo merecemos en FSC por poner por delante en nuestro día a día a aquellos/as que más nos necesitan, aquellas personas más vulnerables de nuestra sociedad y a las que, desde el interior de nuestros balcones y ventanas, les hemos intentado transmitir todo nuestro calor, color y esperanza, como el que hemos querido recoger en este video coral que os/nos regalamos.


Un fuerte abrazo, cada vez menos virtual, y no dejemos de creer que al final todo saldrá bien, y si no sale bien, es que aún no es el final.

Área de atención a la dependencia y de atención a la infancia y la adolescencia
Fundación Salud y Comunidad