A día de hoy, el concepto de familia, por mucho que pensemos y defendamos que vivimos en una sociedad avanzada, progresista y abierta, continúa basándose en los aspectos más tradicionales del término. Según la definición que da el diccionario, la palabra familia hace referencia a “un conjunto de personas emparentadas entre sí que conviven juntas”.
Este concepto se ve reducido a un grupo de personas que vive bajo el mismo techo, tradicionalmente compuesto por la madre, el padre y los hijos e hijas, pero en nuestro caso deja de tener el significado habitual.
En nuestra realidad, que es la de un punto de encuentro familiar, ¿qué sucede cuando este esquema ancestral, alimentado y perpetuado desde las primeras etapas de socialización infantil, la escuela, la bibliografía infantil clásica y los medios de comunicación, se rompe?, ¿qué pasa cuando esta ruptura desemboca en un conflicto que requiere la utilización de unos servicios cuyo objetivo es atender y prevenir, en un lugar neutral y temporal, en presencia de profesionales cualificados, la problemática que surge en los procesos de conflictividad familiar?.
¿Qué puede significar este hecho en el imaginario de los niños y niñas?, ¿tienen una familia o dos?, ¿uno de los protagonistas de esta historia, el padre o la madre, deja de ser familia?, ¿cómo encajan los más pequeños todo esto?
Los niños, dada la situación de “ruptura adulta”, pasan por un proceso de asimilación, de adaptación y de conocimiento de una situación que para ellos es nueva. Necesitan saber qué ha sucedido, que es muy diferente de hacerlos partícipes del conflicto abierto. La explicación tiene que adaptarse, no solo a su edad, sino a su momento evolutivo.
Se les tiene que preservar en todo momento de la problemática existente entre sus padres. Necesitan tiempo, tiempo para entender qué ha sucedido; explicaciones que les garanticen que ellos no son el origen ni el foco de la separación, que no son el problema ni parte implicada en el conflicto. Necesitan escuchar que ellos y ellas son los hijos e hijas y que lo continuarán siendo siempre, independientemente de las circunstancias y situación de sus padres.
Si estas pautas básicas y de sentido común no se siguen, los niños pueden desarrollar un mundo paralelo, alimentado por su propia imaginación, que les puede situar en el epicentro del conflicto, en los límites de la lealtad y de la traición, en la necesidad de aprender mecanismos básicos de supervivencia más propios de las habilidades requeridas para ser un buen/a actor/actriz. En definitiva, a llevarles a tener “una vida paralela a sus dos familias”.
Desgraciadamente, esta es la tipología de familia que nos encontramos en los Servicios de Puntos de Encuentro Familiar, como es el caso del de Tarragona, gestionado por la Fundación Salud y Comunidad (FSC), dependiente del Departamento de Trabajo, Asuntos Sociales y Familias de la Generalitat de Cataluña.
Niños y niñas, hijos e hijas que en muchas ocasionas además, se ven obligados a posicionarse en alguno de los dos “bandos” y a tomar decisiones que no les corresponden, pequeños a los que se les utiliza como mensajeros, sin ningún respeto, estableciendo un modelo relacional poco sano.
“¿Tengo una o dos familias, la de papá y la de mamá?, en cada familia soy una persona diferente, con gustos y actividades también diferentes. He aprendido a no explicar nada, a callar, a guardarme los sentimientos, a ser fuerte. He aprendido a tener dos familias”. Este es el testimonio que muy a menudo se escucha en estos servicios.
El Servicio de Punto de Encuentro Familiar de Tarragona trabaja para disminuir el impacto que esta ruptura puede tener en los niños/as, con el objetivo máximo de normalizar la relación de los y las menores con sus padres, en situaciones de alta conflictividad. Para ello, nos amparamos en la teoría de la parentalidad positiva que propone un protagonismo de padres, madres e hijos/as a la hora de construir normas y valores familiares, apoyándose para eso en la negociación y adaptación conjunta. También se busca ofrecer un espacio de escucha activa, de seguridad y de protección a los pequeños.
El concepto de familia adquiere una dimensión diferente en estos servicios. La familia se conceptualiza desde una óptica diferente: la visión de la separación y la reconstrucción de una nueva estructura familiar, en la que los que están separados son los padres, no los niños.
Con motivo del Día Internacional de la Familia, hemos querido reflexionar sobre el concepto de familia, pero desde otra mirada que también es la de los más pequeños. Es nuestro deber como adultos y nuestra obligación también, ampliar el significado del concepto de familia para que los niños y niñas puedan sentir la pertenencia a un grupo referente de personas, unidos por vínculos de sangre o no, viviendo bajo el mismo techo o no, pero siempre proveedores de seguridad y de confianza; pieza clave para desarrollar, en un futuro, personas adultas estables, autónomas y tolerantes.
En el programa de los Puntos de Encuentro Familiar gestionados por FSC, así como en su aplicación e intervención, están excluidos los casos de violencia doméstica y machista, pero se apuesta por la utilización de un lenguaje no sexista ni androcéntrico, y por el establecimiento de un espacio de relación con valores de paz e igualdad de género.
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