Un informe analiza la situación de las obreras de la confección en Marruecos.
Entre 2002 y 2004, la Campaña Ropa Limpia, coordinada en el Estado español por la ONG SETEM, realizó dos investigaciones, en colaboración con la organización marroquí Attawasol, que evidenciaban los abusos y las violaciones de los derechos laborales más básicos que se producían en las fábricas textiles de Tánger. Jornadas laborales de hasta 14 horas, salarios por debajo del mínimo legal y de supervivencia, un altísimo porcentaje de trabajadoras sin contrato ni protección social alguna o condiciones de trabajo insalubres, son algunas de las deficiencias que se denunciaron siendo motivo de diversas publicaciones e incluso de un documental que, con el nombre de “Trapos sucios”, fue emitido en el programa “Línea 900” de Televisión Española.
A raíz de estas primeras investigaciones, la Campaña Ropa Limpia presentó a las grandes firmas de moda españolas (Inditex, Mango, Cortefiel, El Corte Inglés) las problemáticas sufridas por quienes trabajan en sus cadenas de suministro, a fin de buscar vías de mejora y obtener compromisos firmes de estas marcas que garanticen el respeto de los convenios fundamentales de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en sus cadenas de suministro. Estas grandes firmas de moda española, sin negar las problemáticas laborales del país, han dado publicidad a sus medidas de Responsabilidad Social Empresarial con la intención de convencer a la opinión pública de que las vulneraciones de derechos laborales de los países en los que se producen sus piezas no afectan a sus proveedores. Pero esto no es cierto.
Se estima que en la industria global de la confección el 80 por ciento de las personas empleadas son mujeres
El informe destaca que muchas trabajadoras marroquíes siguen viviendo situaciones de pobreza a la vez que cumplen con una jornada laboral extremadamente larga. En una fábrica de primera línea que esté produciendo directamente para empresas españolas que exigen auditorías previamente al encargo de producción, la jornada laboral media es de 9 horas diarias de lunes a viernes y 5 horas los sábados, con un salario alrededor de los 250 euros al mes.
La investigación ha comprobado que en un centro de producción que no reciba ninguna presión por parte de sus clientes para superar este tipo de auditorías, las horas extras son obligatorias y se prolonga la jornada hasta las 11 o 12 horas diarias, seis días a la semana. Estas horas no se suelen remunerar y los salarios no superan los 200 euros mensuales. Gran parte de la plantilla trabaja sin contrato y sin ningún tipo de protección social. En los talleres subcontratados, los salarios pueden situarse por debajo de los 100 euros mensuales y los contratos son inexistentes.
Conclusiones
La promesa de “desarrollo” a través de la implantación de una industria textil orientada a la exportación es una promesa incumplida en Marruecos, sentencia el informe. El sector de la confección de prendas de vestir ha alcanzado una gran relevancia para la economía del país y ha generado miles de puestos de trabajo. Pero las ocupaciones creadas no alejan a las personas trabajadoras de la pobreza. En los últimos años, las condiciones de vida y de trabajo de las obreras no han mejorado y nada indica que el establecimiento de esta industria ligera pueda ser el primer paso de un proceso de industrialización hacia actividades de mayor valor añadido que permitan un incremento de los ingresos, ni mucho menos de las capacidades de las personas trabajadoras para decidir sobre su propia vida.
Desde un punto de vista estrictamente económico, un número difícilmente cuantificable de estas nuevas trabajadoras siguen sumidas en la pobreza pese a realizar jornadas laborales extremadamente extensas. La escasez de fuentes oficiales y la poca colaboración del empresariado y responsables de las administraciones públicas hace muy complicado saber cuántas son las obreras empleadas en el sector informal, en pequeños talleres y en sus casas. No obstante, sus situaciones laborales y la evidencia de la existencia de estos talleres que cualquier transeúnte puede constatar caminando por las zonas periféricas de los polígonos industriales una industria ligera, mayoritariamente de confección, que ha empleado a parte de la población migrante.
Las personas responsables de la investigación “La moda española en Tánger: trabajo y supervivencia de las obreras de la construcción”, han adoptado una perspectiva superadora de la estrictamente económica y, partiendo de la constatación por parte de sindicatos y del mundo asociativo marroquí de que las obreras viven condiciones de pobreza de capacidades y de alta vulnerabilidad y precariedad social, han explorado las causas de los procesos de empobrecimiento y de limitación personal.
Desde este punto de vista, aseguran que la organización patriarcal de la sociedad marroquí es un factor de empobrecimiento pero no mucho más relevante del que puede afectar a las mujeres europeas. Existe una subordinación femenina en el ámbito familiar y en el personal que sobrecarga a las obreras con una doble jornada compuesta por más de 10 horas de trabajo en la fábrica y más de 6 horas de tareas de cuidado de la familia pero, a falta de un estudio cuantitativo y de una comparación sistemática con los resultados de las encuestas de usos del tiempo, la dedicación a tareas de cuidado no difiere demasiado de la que asumen las obreras europeas.
A las limitaciones para desarrollar la vida privada de forma mínimamente satisfactoria, se suma el deterioro de las redes sociales y de la capacidad de crear acción colectiva para defender sus derechos laborales a nivel de centro de trabajo. Esto limita las posibilidades de las mujeres (incluso de las más comprometidas políticamente) para implicarse en la actividad de los sindicatos. De forma incipiente, la capacidad organizativa de las obreras se articula mediante formas innovadoras que rompen con la lógica tradicional de considerar a los sindicatos como los únicos agentes sociales legitimados para defender los derechos laborales.
El contexto político y empresarial es extremadamente hostil. Esto, junto a las condiciones de pobreza y de alta vulnerabilidad y precariedad social, hace que la capacidad de negociación de las trabajadoras es muy reducida. A las estrategias de hostigamiento y persecución de las obreras más activas se suma el fantasma de la deslocalización y de los cierres de fábricas, cada vez más presente en los corrillos de conversación de las personas trabajadoras y la actitud permisiva de las administraciones públicas con las violaciones a los derechos laborales.
Propuestas
El contexto internacional y la realidad socio-política del país, no exime de responsabilidad a las firmas internacionales que allí tienen parte de su cadena de aprovisionamiento, destaca la investigación.
El primer paso que deben seguir las grandes marcas si quieren ser realmente responsables con el impacto social de su actividad económica es adoptar prácticas de máxima transparencia. Publicar la lista de proveedores y compartirla con actores sociales como ONG, sindicatos y colectivos locales de trabajadores y trabajadoras, permite contrastar las denuncias realizadas e iniciar procesos de remediación. En este sentido, hay que destacar que de las empresas españolas con relevancia internacional, solamente Mango comparte su lista de proveedores (facilitando contactos y direcciones) con la Campaña Ropa Limpia y con los sindicatos mayoritarios, aunque todavía no la hace pública para todos los consumidores y consumidoras. Por el momento, lo habitual es que las marcas se nieguen a facilitar esta información.
Por desgracia, Marruecos sólo es un ejemplo más. La realidad cotidiana de las trabajadoras de la confección es extremadamente dura en todo el mundo y sucede lo mismo en otros sectores donde se requiere gran cantidad de mano de obra no cualificada. El camino para conseguir que se respeten sus derechos laborales es muy largo y su viabilidad depende de que las propias trabajadoras puedan organizarse para exigir que se cumplan y se amplíen las normativas existentes. Para garantizar que las obreras organizadas no sean reprimidas, despedidas, amenazadas o agredidas, se deben crear canales de solidaridad internacional que permitan la circulación de la información y la presión a las empresas responsables y a las marcas internacionales para las que trabajan.
Fuente: Ameco Press
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