- Un análisis de más de 7.000 estudios muestra la incidencia de este problema
- Se trata de un fenómeno planetario, probablemente poco representado en datos oficiales
La violencia sexual contra las mujeres no es un fenómeno infrecuente, ni aislado geográficamente o limitado a países pobres. La fotografía que dibuja este trabajo -que ha analizado más de 7.000 estudios publicados en los últimos 13 años- habla de un fenómeno planetario, probablemente infrarrepresentado en las estadísticas oficiales y con variadas consecuencias para la salud física y mental de las víctimas.
El trabajo, dirigido por la mexicana Claudia García-Moreno -responsable del programa de salud de la mujer de la OMS- y Naeemah Abrahams, del Consejo Sudafricano de Investigación Médica, asume que el fenómeno podría ser incluso mayor a tenor de las dificultades para tener datos fiables de un buen número de países.
Pero asumiendo como buenas sus cifras, los especialistas calculan que el 7,2% de las mujeres mayores de 15 años (una de cada 14) ha sufrido alguna vez en su vida un ataque sexual perpretado por alguien que no es su compañero. El trabajo aclara que se ha centrado específicamente en los asaltantes perpetrados por otras personas porque ambos fenómenos suelen tener características y consecuencias diferentes.
Ese 7%, sin embargo, varía ampliamente en las diferentes regiones, siendo los países del África subsahariana los que sufren mayor índice de violencia sexual contra las mujeres (en torno al 21%) y los sur asiáticos los que menos (3,3% en India y Bangladesh). Llama la atención el porcentaje de España, 11%, superior a la media mundial y a la de otros países del este de Europa (donde la tasa es del 6%).
Sin embargo, como remarca la propia García-Moreno, estas variaciones son, en gran medida, «producto de que en algunas regiones hay muy pocos datos de calidad disponibles«. Además, recuerda, también hay que tener en cuenta de que en muchos lugares del mundo «denunciar un asalto sexual sigue siendo un problema» y que la culpa y la vergüenza siguen manteniendo ocultos muchos casos. Por eso instan a los gobiernos a llevar a cabo todos los esfuerzos posibles para que la recogida de datos refleje exactamente la magnitud del fenómeno y permita trabajar en el terreno de la prevención. «Es un crimen donde todavía hay mucha impunidad», subraya.
Como recuerda García-Moreno, las repercusiones que puede tener un asalto sexual por parte de un desconocido, un superior, un compañero de trabajo, algún agente del orden o un familiar pueden ir «desde un incremento del riesgo de determinadas enfermedades de transmisión sexual hasta un aumento de los problemas de ansiedad, depresión, abuso de alcohol o, incluso, un mayor riesgo de ser víctima de otras formas de violencia».
Pero también, como recuerda en un comentario en la misma revista Kathryn Yount, de la Universidad de Emory (Atlanta, EEUU), esas consecuencias pueden ser de tipo social, económico o familiar. A menudo, critica, se ha simplificado demasiado este fenómeno, «pero los datos demuestran que no es ni raro ni aislado, y que las actuales leyes y sistemas de recogida de datos son inadecuados. Una respuesta efectiva requerirá cambios legales e institucionales«.
Fuente: El Mundo Salud
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