Algunos dicen que vivimos en un mundo de inseguridad, un mundo de desconfianzas y de rechazo hacia lo desconocido, un mundo donde la igualdad solo está en la mente de los tontos y de los inconscientes. Otros dicen que el “yo” es el camino para avanzar entre una sociedad rota por el propio ser humano, mientras eliminas a tus adversarios dejándolos en la línea del abismo.
Y yo, ¿qué pienso?… que formo parte de aquello que se define como posibilidad. Posibilidad de crear un mundo mejor, un mundo equitativo, sano, de igualdad… un mundo de inclusión. Donde los buenos no son tan buenos ni los malos tan malos. Un mundo donde el otro es a la vez el yo.
A veces las posibilidades de ver este mundo, que creas en tu propia mente, se desvanecen lentamente mientras unos/as eliminan a otros/as por el simple hecho de ser diferentes. Diferentes a la mayoría, al resto, a los que se creen con derecho de crear sus propias leyes por ser la simple mayoría. Es en estos momentos donde tu subconsciente debate si realmente eres parte de los rezagados, de los estúpidos, de los que hablan la mayoría. Pero, por grande que sea el tropiezo, terminas reincorporándote en tus convicciones, en tus ideales… Y es en ese momento cuando ves que hay otros que creen en las mismas creencias, que trabajan por eso que algunos han dejado de creer: la igualdad.
Ves a aquellos otros, la minoría, que están convencidos de lo que hacen, que trabajan para conseguirlo y que ponen más de lo que se les pide para demostrar que no están equivocados.
Hace poco conocí a cinco de estos extraños seres. Cinco extraviadas mentes de la sociedad actual que día a día sacan una sonrisa a aquellos que apenas se les tiene en cuenta. A veces incluso hacen que los otros ciento diez sientan que se han quitado veinte o treinta años de encima. Bailan con ellos, les enseñan manualidades, los llevan de excursión, les arropan en los momentos difíciles, trabajan para que no pierdan esas cualidades físicas y cognitivas que tenían anteriormente, les dan cariño y amor cuando sus más queridos no están para hacerlo y también, les cantan las cuarenta cuando es necesario. Se hacen llamar “Área Psicosocial” y son buenos en lo suyo, muy buenos. Yo lo he visto.
Son ese tipo de gente que te recuerdan que ellos ya hace tiempo que trabajan para conseguir esa igualdad y te enseñan que aún te falta mucho recorrido para llegar a ser como ellos. Simplemente estás un paso atrás de lo que ellos ya han conseguido.
Entonces es cuando te das cuenta que solo puedes darles las gracias por haberte enseñado tanto. Por aceptarte en su grupo de trabajo donde las ganas y la cooperación son dos de los requisitos fundamentales para seguir adelante. Donde te han dado sus consejos, sus opiniones, sus puntos de vista para aportar en ti aquel ser que quieres llegar a ser algún día en el mundo de la cooperación social.
Por ello, quiero decir gracias. Gracias a todo el equipo del Área Psicosocial de la Residencia y Centro de Día “La Verneda” de Barcelona, servicio de la Generalitat de Cataluña gestionado por la Fundación Salud y Comunidad y el Grupo Lagunduz, por su amabilidad, su cariño y su apoyo. Y como he dicho al principio: “El que da, no debe volver a acordarse; pero el que recibe, nunca debe olvidar”.
Alex Tobella Panè
Estudiante de prácticas de Trabajo Social en “La Verneda”