• La pedagogía afectivo-sexual que llega a la escuela es mínima y anecdótica: se limita a enseñar cómo se coloca un preservativo o a regalar compresas y tampones
  • Muchos centros imparten clases sobre sexualidad elaboradas por empresas de productos de higiene íntima y en el que se promocionan sus marcas
  • En nuestro sistema educativo, la mitad de los jóvenes no heterosexuales ha sufrido acoso escolar homofóbico por parte de sus compañeros o sus profesores

¿Qué educación sexual se está dando en el colegio a niños, niñas y jóvenes? Oficialmente, ninguna. Dicen los educadores que «transversalmente» se tocan nociones de afectividad y sexología en las asignaturas de Conocimiento del Medio en la etapa Primaria, y en Educación para la Ciudadanía, Ciencias Naturales y Biología en Secundaria. Pero está muy lejos de entrar en materia afirmar que «dar una definición de sexualidad resulta complicado», como consta en el libro de Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos (2º ESO, Editex); o subordinar la sexualidad a la reproducción, como hace ese mismo texto al hablar de la pubertad; o catalogar el aborto como un “atentado para la vida”, dentro del capítulo Violaciones de los Derechos Humanos (Educación Ético-cívica, 4º ESO, Editorial Casals). “No se está dando educación sexual porque no está incluida en el currículum, aclara tajantemente Raquel Hurtado, sexóloga y psicóloga encargada de programas de educación sexual en la Federación de Planificación Familiar Estatal.

Con la reforma educativa de José Ignacio Wert se ha barrido la educación afectivo-sexual del programa, que tímidamente se había introducido en los últimos años. La LOGSE de 1990 introducía la apertura de los centros escolares a una educación sexual, afectiva y reproductiva. En la LOE de 2006 se apostaba por la transversalidad y por incluir estos contenidos en Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos, pero la LOMCE de 2012 ha borrado esta asignatura. En cambio, la Ley de Salud Sexual y Reproductiva de 2010 señala que tiene que estar en el currículum educativo, aunque no dice cómo. “Está en campo de nadie y se suele planificar como actividad extraescolar, equiparada a la educación vial o la nutricional, explica Hurtado.

El caso más habitual es el del colegio de Secundaria que invita un día a un educador especializado enviado por el Ayuntamiento y, posteriormente, el profesor refuerza en tutoría los conocimientos impartidos o resuelve las dudas. Estos talleres tienen una primera parte teórica de asignación de roles y gestión de las emociones asociadas al sexo y una parte práctica en la que se trata la prevención de enfermedades de transmisión sexual y la contracepción, en la que se suele enseñar a colocar un preservativo masculino sobre un molde de un pene, básicamente.

Hay que enseñar habilidades sociales, no a poner un preservativo«, dice Hurtado, «ya que no se usan no porque no sepan usarlo sino porque no han pensado en qué significa ser padre y ser madre, qué necesita un niño o porqué querrían ser padres”.

Menstruar no es sólo sangrar

Los programas de educación sexual que llegan a las escuelas desde fuera no vienen sólo de parte del Ayuntamiento, la Comunidad Autónoma, el Injuve o la Cruz Roja. Más llamativo es el caso delas empresas de productos de higiene íntima como Evax, Ausonia y Tampax que tienen un programa educativo conjunto para impartir en 3º de la ESO “centrado en los cambios físicos y emocionales de la adolescencia”. Se trata de una clase de una hora que imparte el profesor con ayuda de unos materiales audiovisuales, información y ejercicios elaborados por ellos y que sugieren vincular a las asignaturas de Ciencias de la Naturaleza y Educación Física. Acompañando este material, llegan al aula muestras gratuitas de sus productos para las alumnas.

«El proceso educativo no debe estar basado en la mera información -analiza Raquel Hurtado sobre este tipo de prácticas- porque la educación puede modificar actitudes y comportamientos. Una empresa que llega a una clase y no da más que información, no está haciendo educación».

“Personalmente no me gusta que vengan de fuera a hablarles de ello, aunque a veces lo hacen en programas del Ayuntamiento, o empresas que de paso promocionan sus productos de higiene íntima”, opina Ricardo Martínez, profesor de Biología del IES Villa de Vallecas de Madrid. Para este educador, la sexualidad es un “tema fundamental” que ha decidido abordar «de la manera más aséptica, sin condicionantes ideológicos de ningún tipo, pues es fundamental en la prevención de las enfermedades de transmisión sexual y de los embarazos en adolescentes” de los que afirma “coleccionar -entre comillas- algunos” en sus treinta años de docencia de las Ciencias Naturales.

“Sin tomar partido alguno, les cuento lo que mi leal saber y entender da de sí -explica el profesor- adecuándolo a su edad y conocimientos, así como respetando cualquier opinión condicionada por sus creencias religiosas o ideología política, pero enfatizando en la libertad de elección y en lo importante que es el respeto mutuo, especialmente a la mujer, pues tengo notable presencia de niñas musulmanas en clase”.

Terreno comprometido

Tal y como inciden los sexólogos, no se trata de reducir la educación a la sexualidad, sino entenderlo como afectivo-sexual; por ello el enfoque cambia según qué profesor lo incorpore a su materia: “la parte emocional de este bonito tema si bien es fundamental, quizá deba abordarse no con la frialdad de la Ciencia, sino de manera multidisciplinar. Debo decir que en general consigo sinceridad y confianza entre el alumnado, tanto masculino, que suele tomarse el tema un poco más a broma, como femenino, que a veces me consideran casi un médico con mi bata blanca en el Laboratorio, y me hacen consultas comprometidas que yo derivo inmediatamente, aconsejando que hablen con sus padres, su médico o en ocasiones con la Orientadora del Centro, una mujer muy valiosa y profesional”, concluye este profesor de instituto.

“La desinformación, el miedo, los tabúes y las presiones sociales siguen constantes. Los roles de género siguen estando muy presentes, a veces de manera tradicional y visible, y otras muchas, bajo una falsa imagen de igualdad”, escriben Soraya González y Marta Monesterio, del colectivoPandora Mirabilia, en su libro La coeducación en la escuela del siglo XXI, publicado en 2011.

Los profesores se organizan como quieren. O como pueden, provocando profundas diferencias entre Comunidades Autónomas, colegios públicos, privados o concertados, e incluso en el mismo centro, de un aula a otra. “Por eso tiene que estar en el currículum escolar”, insiste Raquel Hurtado . “Ahora se funciona por la voluntad del profesorado, pero no siempre es un tema de voluntad sino de formación, y no podemos dejarlo a la buena voluntad. Que unos enseñen y otros no, provoca diferencias y no garantiza la educación sexual para todos”, añade.

Para la sexóloga consultada, aún hay más motivos para incluirla en el currículum escolar. “La educación sexual de calidad tiene resultados importantes sobre la autoestima, ayuda a tomar decisiones más autónomas, responsables, coherentes y con menos riesgos. La persona es capaz de negociar mejor dentro de su relación de pareja sus prácticas anticonceptivas”. Pero, al no regularse, la educación se connota de religión, de moral o de economía. “El desarrollo integral de la vida afectivo-sexual -analizan las investigadoras de Pandora Mirabilia- está estrechamente vinculado a la igualdad de oportunidades dentro de la diferencia. Y la no existencia de un clima de respeto y de igualdad genera desigualdades, discriminaciones de género, homofobia y violencia contra las mujeres, dentro y fuera de las aulas”.

En la Federación de Planificación Familiar donde Raquel Hurtado desempeña su trabajo están trabajando con el Observatorio de Salud de las Mujeres sobre un documento redactado por la OMS donde se marcan una serie de estándares, objetivos, contenidos y metodología que otros países europeos ya están adaptando “y que aquí sólo hemos llegado a la traducción y ni siquiera se ha llegado a publicar”. Para Hurtado, sólo cuando se consiga reunir a toda la comunidad educativa, podrá implantarse en el currículum escolar.

Igualdad en la diferencia sexual

Mientras tanto, la educación en España funciona con parches. Desde la Federación imparten cursos en algunos institutos, como por ejemplo todos los de Arganda del Rey (Madrid), financiados por los ayuntamientos o comunidades. Se desarrollan durante un trimestre, una hora a la semana. Se dirigen a diferentes cursos, de 1º a 4º de la ESO y según la edad tratan unos contenidos u otros. Como ejemplo, hablan del aborto, pero sólo en los cursos en los que consideran necesario que se trate el tema. Para muchos padres, tan sólo la mención del aborto en una clase lo consideran un problema. “La sexología es una ciencia pero la gente piensa que es una ideología. También puede ser ideología como todo puede ser político. La Comunidad de Madrid pide autorización a los padres para que su hijo participe en el taller, pero eso no lo hacen con la Biología, y esto es una vulneración de un derecho. Las familias, claro, deben de saber lo que se está dando porque puede que sólo les llegue lo anecdótico, como la mención de tal palabra, y no entenderán lo que se pretende”.

Como el coste de estos talleres a la administración que lo pague es de 50 euros la hora, sólo aquellos que puedan permitírselo lo harán, por tanto una educación sexual garantizada y no dependiente del criterio de una marca de compresas dependerá de motivos económicos y no garantizará el acceso a la educación.

En la escuela tradicional española se ha integrado la educación afectivo-sexual en el ámbito de la educación para la salud, sin responder a las necesidades de los niños y las niñas, según opinan González y Monasterio, avisando de que no debe centrarse exclusivamente en los aspectos técnicos del cuerpo humano, como son los aparatos reproductores y las enfermedades. “Cuando hablamos de educación afectivo-sexual, hablamos de educar en cuestiones relativas a los aspectos físicos de la vida, pero también emocionales: el cuerpo y los sentimientos. Todas las formas de entender las relaciones entre personas con diferente orientación sexual tienen que tener cabida en el centro escolar para que sean reconocidas y aceptadas”. El reciente estudio de noviembre de 2012 del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid desvelaba la estremecedora cifra del 49 por ciento de los jóvenes entre 15 y 25 años han sufrido acoso escolar homofóbico a diario o frecuentemente. El 11 por ciento de esos casos venía por parte del profesor. Y el 43 por ciento de estos jóvenes llegaron a plantearse el suicidio. Esta violencia psíquica o física en la escuela contra todo el que no responde a las expectativas de género heteronormativas está ligado indisolublemente a lo que se dice y hace en la escuela y no sólo en las familias.

Fuente: eldiario.es