- Los chicos que toman cocaína y éxtasis son rebeldes y antisociales
- Los jóvenes que no consumen drogas son conformistas y sumisos
Las drogas pueden cambiar la personalidad de un individuo, pero no es menos cierto que determinados caracteres ‘empujan’ más que otros a consumir. Prueba de ello son los resultados de un nuevo estudio español que demuestra que los adolescentes consumidores de psicoestimulantes tienen una personalidad distinta a la de aquellos que no toman ni cocaína ni éxtasis. Los primeros tienden a ser rebeldes, oposicionistas e impulsivos. Los segundos, sumisos y conformistas.
«El consumo de drogas en jóvenes tiene notables consecuencias tanto en el momento de su uso (accidentes, disminución del rendimiento escolar, embarazos no deseados…) como en el posterior desarrollo del individuo… Según el último estudio del Observatorio Español Sobre Drogas, realizado entre estudiantes de 14 a 18 años, el 5% había consumido cocaína alguna vez en el último año y el 2,7%, éxtasis», documentan los investigadores en su estudio, publicado en ‘Psicothema’.
Algunos estudios previos han encontrado que los adolescentes que consumen tienen más probabilidades de sufrir trastorno de personalidad o ser antisociales, oposicionistas, sádicos y autoderrotistas. «Nuestro objetivo era conocer si existen diferencias entre los consumidores y los que no lo son. Y sí, existen. Hay rasgos de personalidad, como la rebelde y la impulsiva que pueden determinar no sólo el inicio en el consumo, sino que son un factor de riesgo para desarrollar problemas posteriores de abuso. Máxime si tenemos en cuenta factores sociales como el elevado uso de cocaína en nuestro país y la alta disponibilidad de la droga», reconoce a ELMUNDO.es Elisardo Becoña, de la Universidad de Santiago de Compostela y autor principal de la investigación.
En su estudio han participado 398 adolescentes con una media de edad de 16 ños, residentes en Santiago de Compostela, A Coruña, Ferrol, Pontevedra, Ourense y Vigo. De toda la muestra, un 49% había consumido cocaína y/o éxtasis alguna vez en la vida. Tanto a los que habían tomado drogas como a los que no se les realizaron una serie de cuestionarios para ‘dibujar’ su personalidad.
Los resultados revelan que los jóvenes que consumen tienden a «tener una «personalidad histriónica, ruda, rebelde, oposicionista y tendencia límite (este último rasgo sólo se da en los que toman cocaína). En cambio los que no las consumen puntúan significativamente más alto en los prototipos de personalidad sumiso y conformista». No sólo, los que toman psicoestimulantes tienen una tendencia mayor a padecer problemas familiares, inestabilidad social o haber sufrido abusos en la infancia.
Para los autores de la investigación, «los jóvenes consumidores tienen características de personalidad distintas a los no usuarios que podrían influir en un uso perjudicial de sustancias. Se suelen relacionar de forma más agresiva con los demás, máxime cuando no consiguen lo que quieren… Por todo ello tienen más problemas con los padres y se muestran indiferentes ante las necesidades de quienes les rodean».
Preocupa además que estos chicos y chicas hayan constatado su propensión a la impulsividad y una predisposición a la delincuencia. «La impulsividad se considera un concepto clave para explicar el consumo de drogas, además de ser el rasgo principal del prototipo de persona rebelde», determina el profesor Becoña.
Este especialista apunta que estos «rasgos son un reflejo parcial de lo que el adolescente va a ser de mayor, no obstante las variables familiares (unos padres vigilantes), sociales y escolares puedan ayudar a modular esta forma futura de ser». Por eso, insiste, es importante realizar «una deteción precoz dentro de los hogares y en las escuelas y acudir a un especialista en el momento que detecten problemas serios de comportamiento o fracaso escolar».
Asimismo, sus hallazgos tienen importantes implicaciones de cara a la prevención de consumo de drogas «ya que la detección en la adolescencia de determinados perfiles de personalidad podría influir en el diseño de programas preventivos específicos dirigidos a reducir la probabilidad de que en el futuro estos jóvenes tengan problemas relacionados con el uso de sustancias, así como otro tipo de conductas perjudiciales», aclaran los autores.
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