Categorías: Prevención

Medidas educativas alternativas a adolescentes sancionados por consumo de drogas: ¿Educación o Reparación?

Uno de los riesgos asociados al consumo de drogas es la posibilidad de ser multado de acuerdo con la Ley 1/1992 sobre Protección de la Seguridad Ciudadana que sanciona el consumo de drogas en lugares públicos (calle, plazas, bares, etc.) así como su tenencia para consumo propio con multas de a partir de 300,52 euros. Sin embargo, la ley también prevé la posibilidad de suspender la sanción económica si la persona accede a hacer un tratamiento de deshabituación del consumo. Con esta realidad, y el hecho de que los consumidores adolescentes raramente presenten criterios propios de una dependencia, han surgido propuestas de trabajo que plantean una respuesta preventiva a la sanción por tenencia o consumo de drogas -generalmente cannabis- sugiriendo los mismos de participar en un programa educativo como alternativa al pago de la multa. Se dirigen a menores de edad, mayores de 14 años y menores de 18 años, y sus familias. La finalidad principal es ofrecer una intervención de atención, seguimiento y prevención, que se basa en una respuesta educativa alternativa a la sanción administrativa, a cambio de la retirada de la sanción económica. De acuerdo con lo establecido en la ley y con voluntad de ser consensuada con todos los agentes implicados: infractores y sus familias, cuerpos de seguridad y servicios sociosanitarios especializados en el consumo de drogas.

A pesar de estar falto de validación científica, este tipo de programas están considerados como buenas prácticas en diferentes estudios internacionales y programas europeos evaluados y reconocidos por el observatorio europeo EMCDDA (European Monitoring Center for Drugs and Drug Addiction – Examples of evaluated practices: EDDRA). Su desarrollo se basa, principalmente, en los siguientes ejes de actuación:

1. Trabajar conjuntamente con los cuerpos de seguridad del municipio y/o de la zona

Este programa destaca por el trabajo conjunto entre profesionales de la salud y servicios sociales con cuerpos de seguridad. Conjuntamente se pretende realizar un diagnóstico de necesidades, optimizar la relación y establecer protocolos de trabajo que promuevan la coordinación de recursos (McGrath, Y. et al., 2006; Roe, E. and Becker, J., 2005; Allot, R., Paxton, R . and Leonard, R., 1999).

2. Desarrollar una medida educativa (no reparadora) de seguimiento educativa consistente.

No está pensado en clave «reparadora»: no pretende reparar el hecho cometido sino trabajar desde una perspectiva de seguimiento psicológico, educativo y social. Se prioriza la detección precoz, la prevención selectiva y convertirse en elemento de referencia para jóvenes consumidores (Zonnevylle-Bender et al., 2007; Toumbourou et al., 2007; Canning, 2004). Se incide en una misma persona desde diferentes ámbitos de intervención, para detectar e intervenir en casos de consumo, favoreciendo su aproximación a la red de recursos sociosanitarios. Con este programa se intenta que el hecho no quede sólo en una medida punitiva, ya que la sanción económica, de facto y mayoritariamente, repercute sobre los padres o tutores (Sussman, S. et al., 2004; Smith, 2000).

Además, la aplicación del programa implica que el menor y su familia se quieran adherir y formalicen el compromiso, el seguimiento, y el cumplimiento de sus objetivos, y la valoración. Conjuntamente con la familia, elemento clave para la aplicación del programa (Toumbourou et al., 2007; Kumpf KL et al., 2003; Loveland-Cherry, CJ, 2000).

3. Debe ser complementario con otras tareas de prevención, atención, información y asesoramiento relacionadas con el consumo de drogas.

Sus principios de intervención tienen una clara orientación desde la perspectiva de promoción de la salud (Arthur, MW, Blitz, C. 2000; Wandersman, A., Florin, P. 2003). El desarrollo de este tipo de programas tiene sentido si se enmarcan en estrategias más amplias de intervención y prevención del consumo de drogas (planes municipales o supramunicipales, comisiones de trabajo, etc.).

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Decálogo de ideas que deberían tenerse en cuenta para desarrollar estos proyectos:

  1. Las medidas educativas alternativas son una oportunidad para poder trabajar aspectos educativos y preventivos desde la perspectiva de detección precoz, de gestión de riesgos y prevención selectiva.
  2. Convierten en un mecanismo útil para acercarnos a determinados colectivos. Y establecernos como referentes.
  3. Nos permiten trabajar globalmente y de forma coordinada con otros agentes comunitarios (los cuales también escuchan «nuevos» discursos sobre la reparación).
  4. Para ponerlas en marcha debemos contar con el apoyo e implicación posible de políticos y tècnicos de todas las instituciones que intervienen en el proyecto.
  5. El proyecto debe ser enmarcado en una estrategia más amplia (a nivel municipal o supramunicipal) de prevención de drogas.
  6. Ya que se trata de una estrategia de prevención selectiva, hay que dotar decontenido teórico y metodológico en el proyecto para fomentar una idea de la prevención que vaya mucho «más allá» del paradigma clásico de la abstinencia.
  7. El abordaje es esencialmente educativo, considerando cada caso de forma individual y creando un plan de trabajo personal. La adhesión al seguimiento no anula la sanción per se. La valoración depende del proceso.
  8. Antes de iniciar cualquier acción de implementación, se recomienda realizar unanálisis de la situación de la población y dimensionar la realidad y el posible trabajo a realizar.
  9. Hay que partir de profesionales especializados en materia de consumo de drogas e intervención con jóvenes y adolescentes.
  10. Estos proyectos son la excusa perfecta para revisar comunitariamente qué significar todo esto de educar (¡y no reparar!).

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Pensando en la intervención con adolescentes, previamente tendríamos que revisar algunas cuestiones por lo que se refiere a la comprensión de la cuestión de las drogas y su problematización. A nivel de contexto social, histórico y cultural Romaní (1999), Funes (1991, 2010), Conde (1999) y Comas (2002) nos han advertido en numerosas ocasiones de los peligros de simplificar cuestiones complejas vinculadas a estos temas. De estos autores, y de nuestra propia visión y experiencia, planteamos cuatro puntos de partida:

  1. Tengamos presente que a menudo seguimos haciendo una lectura de la adolescencia y juventud según parámetros de épocas anteriores. Y la adolescencia actual es una etapa per se, diferente a la infancia y la juventud, con sus necesidades educativas y de conceptualización.
  2. Por lo que a las drogas se refiere: las intervenciones que se realizan sobre el consumo siguen condicionadas por la experiencia vivida años anteriores con los consumos problemáticos de heroína (con todo lo que ello conlleva: idea de adicción, sobredosis, VIH, etc.). Y actualmente el panorama es totalmente diferente. Así como las nuevas formas de exclusión e inclusión social.
  3. El consecuente discurso preventivo y de atención no responde a las necesidades más evidentes. Y se aplican desde una perspectiva demasiado adulta. Hemos incorporado nuevas metodologías, como la reducción de daños. Pero, ¿hemos aceptado la filosofía de base? ¿Somos conscientes del fondo del discurso de esta filosofía de trabajo?
  4. Paralelamente, las medidas educativas son entendidas a menudo como «reparadoras» o «correctoras del hecho cometido”. Entonces surgen visiones diversas, incluso contradictorias, de los procesos vinculados a la intervención educativa, psicológica y social.

Todo ello nos debe hacer pensar en algunas ideas para la intervención:

  • Deberemos (re) pensar qué significa prevenir. No es sólo evitar el consumo, ni sólo fomentar la abstinencia: también es potenciar la responsabilidad, la toma de decisiones, la autonomía. Además de oferecer pautas para que uno se evite problemas -consuma o no- .
  • Es posible que este discurso no coincida con el de algunos profesionales. Ni de algunas familias participantes en el programa.
  • Depende qué casos sólo necesitarán pautas preventivas. Otros quizás requerirán atención y seguimiento.
  • Debemos dejar claro que nuestro papel profesional es el de ser referentes positivos (Funes, 2010).
  • La mayoría de intervenciones se centrarán en las dinámicas familiares y las del propio adolescente / joven. Olvidándonos a menudo del papel del consumo.

En la mayoría de casos, observamos como detrás de muchos consumos de drogas adolescentes existen más disfunciones familiares o sociales que no problemas de drogas o de salud mental. La excesiva tendencia al diagnóstico adolescente o vinculada al propio consumo a menudo se utiliza para justificar, creando etiquetas y condicionando las consecuentes intervenciones. Sin embargo, tengamos presente que, a esta edad, y desde una lógica educativa, existen riesgos y problemas más importantes que la adicción (problemática a menudo entendida como proceso finalizador de cualquier relación con las drogas). No olvidemos que los usos de drogas adolescentes pueden tener diferentes grados de gravedad y problematicidad (Funes, 1999). Y los consumos de drogas problemáticos suelen ser el resultado de unos hábitos de consumo ligados a unos estilos de vida determinados. Por lo que tratarlos desde esta perspectiva nos ayudará, probablemente, a entenderlo de manera más integral. Y optimizar la intervención.

Firmado: Jordi Bernabeu Farrús
Psicólogo. Servicio de Salud Pública. Ayuntamiento de Granollers
jbernabeu@ajuntament.granollers.cat

www.sobredrogues.net (@sobredrogues.net – @jordibernabeu)

  • Allott, R., Paxton, R., Leonard, R. (1999). Drug education: a review of British Government policy and evidence of effectiveness. Health Education Research Theory and Practice 14 (4), pp. 491-505.
  • Arthur, M.W., Blitz, C. (2000). Bridging the gap between science and practice in drug abuse prevention through needs assessment and strategic community planning. Journal of Community Psychology, 28(3), pp. 241-255.
  • Canning, U. I cols. (2004). Drug use prevention among young people: a review of reviews. Health Development Agency.
  • Comas, D. La percepción social de los problemas. Sociedad y drogas: una perspectiva de 15 años. FAD. 2002. pp. 77-94.
  • Conde, F. (1999). Los hijos de la desregulación. Jóvenes, usos y abusos en los consumos de drogas. Fundación CREFAT. Monografías, 6.
  • Hawking, J.D., Catalano, R.F. i Miller, J.L. (1992). Risk and protective factors for alcohol and other drug problems in adolescence and early adulthood: implications for substance abuse prevention. Psychological Bulletin,112, pp. 64-105
  • Funes, Jaume (1991). L’Univers de les Drogues. Barcanova.
  • Funes, Jaume (2010). 9 ideas clave: educar en la adolescencia. Graó.
  • Kumpfer, K.L., Alvarado, R. (2003). Family-strengthening approaches for the prevention of youth problem behaviors, American Psychologist 58, pp. 457–65
  • Loveland-Cherry, C. J. (2000). Family interventions to prevent substance abuse: children and adolescents, Annual Review of Nursing Research 18, pp. 195–218.
  • Martínez, D., Pallarés, J., Espluga J., Barruti M., Canales, G. (2009). L’Observatori de Nous Consums de Drogues en l’Àmbit Juvenil. Associació Institut Genus.
  • McGrath,Y. i cols. (2006). Drug use prevention among young people: a review of reviews. National Institute for Health and Clinical Excellence.
  • Peterson, P.L., Hawkins, J.D. i Catalano, R.F. (1992). Evaluating comprensive community drug risk reduction interventions. Design challenges and recommenations. Evaluation Review, 16, 579-602.
  • Roe, E., Becker, J. (2005). Drug prevention with vulnerable young people: a review,«Drugs: education, prevention and policy», 12 (2), pp. 85-99.
  • Smith, L. (2000). Take Your Partners! Stimulating Drugs Prevention in Local Communities. Middlesex: Social Policy Research Centre. Country: United Kingdom.
  • Romaní, O.(1999). Las drogas: Sueños y Razones. Ariel.
  • Sussman, S. I cols. (2004). The Motivation, Skills, and Decision-Making Model of ‘‘Drug Abuse’’ Prevention.Substance Use & Misuse, 39, (10–12), pp. 1971–2016.
  • Toumbourou, J. W.; Stockwell, T.; Neighbors, C.; Marlatt, G. A.; Sturge, J.,Rehm, J. (2007), «Interventions to reduce harm associated with adolescent substance use.», Lancet 369(9570), 1391-1401.
  • Wandersman, A., Florin, P. (2003), ‘Community interventions and effective prevention‘, American 51 Psychologist 58 (6–7), pp. 441–448.
  • Zonnevylle-Bender, M.J.S., Matthys, W., Van de Wiel, N.M.H.,Lochman, J.E. (2007). Preventive effects of treatment of disruptive behavior disorder in middle childhood on substance use and delinquent behavior. Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, 46, (1), 33-39.

Fuente: Lasdrogas.info

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