La Fundación Salud y Comunidad (FSC) ha participado recientemente en el II Congreso Internacional para la erradicación de las violencias machistas. En el congreso, organizado por el Instituto Catalán de las Mujeres (ICD), ha tenido un papel destacado el Observatorio Noctámbul@s de nuestra entidad. Por parte del mismo, y concretamente en la mesa redonda “Estrategias de prevención de las violencias sexuales en el ocio nocturno, pre-pandemia e interrogantes que se presentan a partir de ella” ha participado nuestra compañera Ana Burgos García. Entidades del sector han pedido superar la pandemia invirtiendo en la promoción de los derechos humanos, la igualdad de género y la sostenibilidad.
El nuevo escenario en el que nos encontramos plantea diversas problemáticas y desafíos. Así lo señala Ana Burgos García, coordinadora del Observatorio Noctámbul@s, tal y como puso de manifiesto durante este congreso. Por un lado, los espacios festivos se han convertido con la pandemia en espacios informales clandestinos, se han escondido, lo que conlleva una mayor opacidad de lo que tiene lugar, con la consecuente menor capacidad de intervención, supervisión o acompañamiento por parte de personal de locales, administraciones, entidades o movimiento feminista.
“Ya vimos en el primer informe Noctámbul@s que las violencias más explícitas se dan en las casas y que, al mismo tiempo, es donde se dan menos denuncias (por varios motivos: no identificación de las violencias como tales, complicidad y silencio en el caso de personas conocidas, de los agresores, etc.)”, señala la coordinadora del proyecto.
Por otro lado, teniendo en cuenta el trabajo de realización de protocolos por parte del mismo, un reto que se les está planteando se refiere a la adaptación de las metodologías participativas al formato online. Esta falta de presencialidad genera saturación en las personas participantes en las diferentes comisiones de trabajo y también, cierta pérdida de riqueza que puede impactar en la calidad de los procesos y, por tanto, de los protocolos. Por tanto, un reto que deben afrontar desde el proyecto es el de buscar fórmulas creativas para este nuevo formato y escenario.
Otro reto de futuro que identifican está relacionado con la corresponsabilidad del sector del ocio nocturno privado en el abordaje de las violencias sexuales. Se trata de un sector en el que suele haber muchas resistencias y donde esta corresponsabilidad ya era difícil de lograr en tiempos pre-pandémicos. En estos momentos, en el que se ha visto especialmente afectado, se debe vigilar para que no se deje de priorizar la gestión de las violencias y el trabajo para su erradicación. “No nos podemos permitir volver atrás con todo el trabajo que ya hemos hecho y seguimos haciendo con este sector tan primordial”, afirma Ana Burgos.
Ante este panorama, proponen una línea de intervención para abordar las violencias en este nuevo escenario: la potenciación de la figura del espectador/a ético/a (todas aquellas personas que puedan detectar e intervenir frente a situaciones de violencia). Potenciar esta figura significa promover la autogestión de las violencias por parte del entorno. Ello se puede materializar en proyectos de prevención, detección e intervención entre iguales a través de metodologías peer to peer para que sean las propias personas usuarias de las fiestas las protagonistas en este abordaje. Asimismo, se debe vigilar que esta apuesta por la corresponsabilidad social y del entorno próximo, no individualice un problema estructural y sistémico que se debe gestionar desde la política pública y las administraciones, las cuales han de dotar de herramientas y recursos para promover estos procesos.
Asimismo, a nivel preventivo, desde el proyecto se considera que las administraciones deben hacer campañas que visibilicen el hecho de que las violencias se siguen produciendo, ahora más en el espacio privado y en los entornos cercanos, y que refuercen la idea de que en ningún caso las mujeres y otras personas agredidas son las responsables de esta violencia, aunque no hayan cumplido las nuevas medidas establecidas en tiempos de pandemia. También, se deben ampliar canales de comunicación y denuncia (reconociendo que ya se está haciendo un esfuerzo en este sentido, pero que aún debe mejorar) para llegar a muchos sectores poblacionales a los que todavía no se llega.
Por último, desde el Observatorio Noctámbulo@s quieren expresar una idea que creen que es extrapolable a otros ámbitos: el hecho de demonizar al ocio nocturno, estigmatizar y criminalizar a las personas usuarias, especialmente a la gente joven, y aplicar medidas punitivas y de control social de la población, no solo no resolverá las violencias sexuales, sino que las relegarán al oscurantismo y, por tanto, a una situación de silenciamiento y de total impunidad.
En este sentido, Ana Burgos señala que “se requieren medidas de carácter social, destinadas a mejorar las condiciones de vida de la población, en este caso especialmente de las mujeres, a la justicia social y redistribuir el poder. No nos podemos permitir asistir a una doble culpabilización de las mujeres: para recibir las violencias y por saltarse el confinamiento o el toque de queda”.
Durante su intervención en el congreso, también se refirió a las dificultades identificadas para llevar a cabo las actuaciones que consideraron necesarias y a cómo las afrontaron inicialmente desde el proyecto.
- Falta de perspectiva feminista.
- Falta de espacios compartidos entre administraciones.
- Falta de aplicación de la transversalidad de género en el desarrollo de políticas públicas.
- Dificultad para incorporar la mirada interseccional.
- Implicación poco activa de los locales de ocio nocturno privado.